EL FLAUTISTA DE HAMELÍN
09/2012

Había una vez un lugar llamado Hamelín que tenía un grave problema: las ratas. Un montón de ellas inundaba la ciudad y los ciudadanos, con el alcalde a la cabeza, no sabían ya qué hacer para acabar con aquella pesadilla.
Hasta que un día apareció en el despacho del alcalde un tipo extraño con una flauta bajo el brazo afirmando que tenía la solución para terminar con aquella plaga de roedores. Y el alcalde, que como buen alcalde no reparaba en gastos porque el dinero no era suyo, aceptó desesperado la suma de monedas de oro que le pedía aquel individuo por eliminar a las ratas, a pagar, por supuesto, una vez finalizada la tarea.
El flautista, que debía tener prisa o algo, se puso inmediatamente manos a la obra. O, mejor dicho, dedos a la flauta. Así que haciendo sonar su flautita se dio un garbeo por la ciudad, donde la gente pudo observar admirada cómo las ratas salían de sus escondrijos y seguían a aquel individuo que tocaba, según se dice aunque nunca se ha llegado a confirmar, el Smoke on the water de los Deep Purple, lo que era de un adelantado para su época que es difícil de explicar. El caso es que, tocando tocando, el flautista se llevó a todas las ratas hacia un río, donde murieron ahogadas, provocando grandes epidemias y muertes en las ciudades de más abajo, aunque eso es algo que nunca se cuenta cuando se explica este cuento. Una falta de rigor histórico imperdonable, indudablemente.
En fin... Que, como es normal, una vez concluido el trabajo el hombre regresó al despacho del alcalde para cobrar lo acordado. Pero, claro, el alcalde, como buen político, no era mucho de lo de cumplir promesas y pactos, y le dijo al flautista que gracias por los servicios prestados y eso, pero que donde dije digo digo Diego y que las cantidades habían sido reducidas de manera unilateral de forma considerable.
–Yo que tú no lo haría –le advirtió el flautista al alcalde– y pagaría lo que me debes, porque si no te voy a montar una que te vas a cagar.
Bien, quizás no fue esta frase en concreto, pero sólo es una pequeña licencia literaria sin importancia. La cuestión es que como el alcalde no se bajó del burro y se negaba a pagarle lo prometido al flautista, éste agarró un comprensible y monumental cabreo y, antes de salir dando un portazo, repitió su amenaza:
–Te vas a cagar.
Efectivamente, el maromo volvió a agarrar su flauta y, entonando esta vez el, se ve, Anarchy in the UK de los Sex Pistols, volvió a darse otra vuelta por el pueblo. Pero esta vez no fueron, porque ya estaban muertas, las ratas las que siguieron al músico, sino los niños de la población, que, como poseídos, seguían las notas musicales como quien sigue sin darse cuenta un buen culo. Y cuenta la leyenda que del flautista y los niños nunca más se supo. ¿Los mató? ¿Se los llevó con él de gira? ¿Los liberó pero los niños pasaron olímpicamente de volver con sus padres? Se desconoce. Sorprende un poco, eso sí, que la ciudad entera viera cómo los niños se iban con el flautista y nadie hiciera nada por evitarlo. ¿Tan difícil es detener a un niño, por muy poseído que esté? No sé... Quizá producían descargas eléctricas cuando los tocabas o algo.
Y colorín colorado. Ah, sí, que se me olvidaba... La moraleja de este cuento es: los políticos siempre han sido unos inútiles y unos impresentables, no es de ahora. Y ya está.

LeandroAguirre©2012

 

 

SECCIONES ACTIVAS

SECCIONES FINALIZADAS

OTROS