DON QUIJOTE DE LA MANCHA

En un lugar de la Mancha de cuyo nombre quizás me acordaría –o quizás no– si a Cervantes le hubiera dado la gana recordarlo, vivía un hombre al que, de tanto mirar porno por internet y masturbarse, se le secó el cerebro y se le fue la olla. La historia oficial dice que leía demasiadas novelas de caballerías, pero, personalmente, no me creo nada.
Así que, totalmente ido, el tipo se hizo caballero andante, pero no para desfacer entuertos como vendía él por ahí, sino para ligarse a una tal Dulcinea, una labriega que en realidad se llamaba Aldonza y que se ve que estaba de tomapanymoja, que si no es una palabra por sí sola debería serlo.
Don Quijote, que así se hizo llamar a sí mismo el pirado, se fue a la aventura con indumentaria y armamento de bazar chino, montado sobre una piltrafa de caballo llamado Rocinante y acompañado por un escudero, Sancho Panza, hombre de buen yantar y mejor beber que iba a lomos de un burro. Un cuadro todo, efectivamente.
Y qué decir... Es que es una detrás de otra, en serio. Les pegan palizas, les mantean, les burrean, les timan, les apresan... Claro que es normal teniendo el cerebro don Quijote estropeado como lo tenía. O sea: cómo tiene que estar la cabeza de una persona para confundir un molino de viento, que es una cosa bastante inconfundible a no ser que seas Rompetechos, con un gigante, que para empezar es un ser que no existe. Pues eso.
Tras ser apresado y devuelto a su casa, don Quijote vuelve a escaparse e, increíblemente, vuelve a convencer a Sancho Panza para que le acompañe de nuevo a pesar de que la experiencia del primer viaje tendría que haberle hecho desistir de tal idea. El caso es que don Quijote, en pleno trance, le promete a Sancho el gobierno de una ínsula y consigue que se vaya otra vez con él. Pero lo curioso es que, por esos avatares del destino, le acaba consiguiendo la ínsula en cuestión y Sancho pudo cumplir su sueño de mandar sobre alguien.
Finalmente, Don Quijote –agotado de tanto entuerto facido y desfacido– y Sancho –agotado de don Quijote y de ser gobernador, pero principalmente de don Quijote– deciden regresar definitivamente al lugar de la Mancha del que Cervantes, que debía ser fumador habitual de porros, no recordaba el nombre, donde el hidalgo recupera la cordura, es consciente de todas las gilipolleces que ha estado haciendo durante los últimos tiempos y, en un acto de dignidad, se muere.
Y ya está. Primer clásico liquidado. La cosa va a ir rapidita, sí.

LeandroAguirre©2012

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