LOS MÚSICOS DE BREMEN
05/2012

No quisiera yo faltarle el respeto a eminencias como los hermanos Grimm, pero es que este cuento no hay por dónde agarrarlo, en serio. Comenzando por el mismísimo título, además. O sea: se llama 'Los músicos de Bremen' como se podía haber llamado 'Los astrofísicos de Milán' o 'Los camareros de Benalmádena'. Hubiera dado exactamente lo mismo, porque los protagonistas ni llegan nunca a Bremen –como podían no haber llegado nunca a, eso, Milán o Benalmádena– ni jamás llegan a ser músicos –como tampoco fueron nunca astrofísicos ni camareros–, así que éste es, con toda probabilidad, el título de cuento más arbitrario y absurdo de la historia de la humanidad. Y es que los hermanos Grimm no se hicieron célebres por nada, como comprenderéis. Para pasar a la posteridad, se ha de hacer algo grande.
La historia va de un burro, un perro, un gato y un gallo que, por algún mal viaje de LSD o algo así, deciden que lo adecuado en ese momento concreto de sus vidas es, como ya habíamos avanzado, dirigirse hacia Bremen para ganarse allí la vida como músicos callejeros. Brillante idea donde las haya, estaréis de acuerdo. La cosa es que, por el camino, se encuentran una cabaña con gente dentro dispuesta a, en ese momento, sentarse a la mesa para cenar. Los cuatro animales deciden, a su libre albedrío y con todo el rostro, que esas personas son criminales y deciden hacerles huir de la casa para comerse ellos su cena. Así que, frente a la ventana, el perro se sube sobre el burro, el gato sobre el perro y el gallo sobre el gato, y empiezan los cuatro a berrear como energúmenos, alboroto ensordecedor que es lo único remotamente parecido a la música que hacen en toda la historia. Los delincuentes, que serían todo lo delincuentes que queráis pero que valientes lo justo, salen corriendo dejando la casa y la comida a merced de aquellos animales con tanta mala fe. Aunque, seamos justos, después, por la noche, vuelven para recuperar lo que es suyo, pero, esta vez, los animales no se andan con tonterías y, ni asustar ni leches, ya directamente los agreden a coces, mordiscos, arañazos y picotazos, los echan de allí y okupan definitivamente la choza. Y, no: como ya hemos visto, ni vuelven a plantearse ir a Bremen, porque para qué teniendo aquella casa tan chula a su entera disposición, ni se les vuelve a pasar por la cabeza el probar fortuna en el mundillo musical, porque para qué oído el resultado de su debut junto a la ventana.
Y eso... La historia de estos animales violentos, cabrones y ladrones se cuenta generación tras generación como si fuera la de unos héroes, y se le considera un clásico de la literatura infantil, y se le dedican óperas y estatuas, y los hermanos Grimm salen en la Wikipedia, y... Una vergüenza.

LeandroAguirre©2012

 

 

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