Bueeeno, pues ya tenemos Tonto’lculo del Año 2018.
El galardón, un honor como no hay otro igual, viaja este año hasta México, donde nuestro campeón tuvo, digamos, un mal día.
El tipo se levantó y se debió preguntar a sí mismo: “¿Qué hago hoy?”. Y la respuesta fue: “Me voy a atracar un autobús, va”. Todo esto en mexicano, claro, que, como dice Alaska, parece el mismo idioma pero no lo es.
Dicho y hecho. Nuestro Pinche Wey agarró una pistola, salió a la calle, se introdujo en un bus, suponemos que gritó lo de “¡Esto es un atraco!” –en mexicano, insistimos– y se dispuso a recoger el botín.
Pero hete aquí que –oh, destino; oh, azar– en el autobús viajaba... su madre. Os podéis imaginar la escena: la señora se sacó una de las alpargatas y, así, a alpargatazo limpio, sacó a su hijo del autobús y se lo llevó para casa para, suponemos de nuevo, darle la del pulpo. ¿Qué iba a hacer el hombre?; ¿pegarle dos tiros a su madre? Ladrón, sí; tonto’lculo, también; pero no un desalmado, hombre.
En fin... Con la tontería, llevamos años ya entregando el Tonto’lculo de la Semana, y un gran porcentaje de los galardones se los han llevado cacos y maleantes varios. Hemos visto de todo, en serio, pero jamás habíamos visto una humillación semejante a un atracador. Imaginaos qué golpe para la autoestima y el orgullo, pardiez. E imaginaos el cachondeíto que debe haber en el gremio, eso también. Éste, como castigo a su tontoculez, acaba en un trabajo normal y honrado, ya veréis. Pobre.