Es cierto que, como veréis a continuación, nuestra protagonista de esta semana no debía estar en plenas facultades, pero es que, vayas lo puesto que vayas, hay cosas que no se pueden hacer.
A Tiffany la paró la policía en un control rutinario en un lugar llamado Lancaster, en Pennsylvania, EUA. Y resulta que la chica llevaba, aparte de un colocón inhumano, algunas cosillas en el coche. Na’, algunas bolsas de heroína, un centenar de pastillas varias, unos 1.000 dólares en efectivo y una báscula de precisión.
La detuvieron, claro. No les dejó más alternativa, estaremos de acuerdo.
La cosa es que, mientras la conducían en el vehículo policial hacia el cuartelillo, o cómo se llamen los cuartelillos en EUA, la chica empezó a sacarse bolsas de heroína de la vagina y a tragárselas para hacerlas desaparecer.
Los policías, claro también, se desviaron y, en lugar de dirigirse al cuartelillo, o cómo se llame, la llevaron al hospital, como no podía ser de otra manera.
Analicémoslo, porque la tontoculez esta vez está dividida en varias.
La primera, por supuesto, que te puedes morir, hombre. Perdón, mujer. Que de un tiempo en la cárcel se sale, pero de la muerte no se vuelve. Que se sepa hasta ahora.
La segunda, que estás en un coche con dos policías y te van a ver, con lo que tragarte la heroína no te va a servir de nada. Por cierto: a Tiffany, o no la esposaron o la esposaron terriblemente mal. Dicho queda.
Y tercera, que cuando ya te han pillado con el carrito del helado, ya no tiene ningún sentido. Si te las hubiera intentado tragar antes del registro, y si obviamos el riesgo de muerte, pues habría estado bien probado y ya está, pero es que una vez ya te han cogido y requisado gran parte del material, es tontería. Tontoculez, por ser concretos.