Teníamos hoy dos finalistas. El primero es un piloto de AirAsia que salió de Sidney con destino a Kuala Lumpur y acabó en Melbourne. Y no, no fue por el mal tiempo o algo así: fue por equivocación. Pero no os cebéis con el pobre hombre, hombre, porque es un error comprensible, ya que Kuala Lumpur y Melbourne son fonéticamente muy parecidas, ¿verdad?
El segundo finalista era un chaval de 20 años de Oslo que, simplemente, se quedó atrapado en un retrete al intentar recuperar el teléfono móvil que se había caído en el susodicho. Los bomberos y todo tuvieron que ir a liberarlo. Al chaval, no al teléfono, claro.
Puede que muchos de vosotros consideréis que lo del piloto es mucho más grave que lo del chaval, y en teoría estaríamos de acuerdo, pero es que hay un pequeño detalle que no os hemos explicado y por el cual Cato Larsen es el que se lleva esta edición del Tonto’lculo.
El pequeño detalle es que el teléfono que nuestro campeón de hoy intentaba recuperar era... de un amigo, no era suyo. Y una cosa es meter la mano en un retrete para recuperar tu teléfono, y otra es meter la mano en un retrete para recupera un teléfono que no es tuyo, sea de un amigo, de tu pareja, de un hermano o de tu mismísima madre. Y si cuando lo haces además te quedas atrapado y tienen que venir los bomberos a rescatarte, pues pasa lo que pasa: que ganas el Tonto’lculo de la Semana por delante de un tipo que se ha equivocado de destino por 6.000 kilómetros con un avión comercial lleno de pasajeros.
Pero seamos justos: tonto’lculo, sí, pero un gran amigo, las cosas como son. Inmejorable, diríamos.