Nos situamos en la provincia de Cádiz, donde un hombre iba tranquilamente con su coche y se encontró con un control de la Guardia Civil. Y nada, que lo pararon y, en el registro pertinente, le encontraron en una riñonera media pastilla de Viagra.
¿Y le dijeron entonces “Ay, pillín pillín” y le dejaron marchar? Pues no: levantaron acta porque no llevaba la correspondiente prescripción médica, con lo cual no podía demostrar que no se tratase de droga. El asunto podría equivaler a una multa de 300 euros, que quizás no signifique la ruina para el denunciado (o sí) pero que nunca es agradable de pagar.
A ver... En este jurado desconocemos si, técnica y jurídicamente hablando, la ley ampara que un señor que lleva media Viagra sin receta pueda ser sancionado, pero en todo caso la ley está para ser interpretada y, sobre todo, para ser aplicada con sentido común. Y aquí el sentido común brilla por su ausencia, oigan. Sobre todo porque cuando tú mismo, tonto’lculo, pones en la denuncia que se trata de media pastilla de Viagra (no de una sustancia desconocida, no: de Viagra), ya estás descartando el hecho de que se trate de droga. O de droga ilegal, por ser más correctos.
Miedo me da que esta gente pille un día por ahí a mi padre, que, por sus cosillas de salud, toma 200.000 pastillas al día y que, como no está loco, no va paseando todo el día las recetas allá donde va. Que estos tonto’lculos y su psicotrópica interpretación de la ley son capaces de metérmelo en prisión por narcotráfico, coño.