Ni una dio ni una, oye. Es difícil, pero es así. Nos referimos a las empresas de demoscopia españolas, que no acertaron ni el reintegro ni el número complementario en las elecciones del pasado domingo, con mención especial a las encuestas a pie de urna, que fueron tremendas. Tremendamente erróneas, nos referimos. Qué cosa, en serio.
Y, en este caso, podemos hacer extensiva la felicitación a sus homólogas británicas (que, por cierto, repiten galardón, algo que, Justin Bieber aparte, no ha logrado casi nadie), que en el referéndum del brexit también se cubrieron de gloria. Además, en Gran Bretaña hay que añadir también al resto de pronosticadores —casas de apuestas, la bolsa, etc...—, que, teniendo el 50% de posibilidades de acertar, tampoco acertó ni uno, que ya es difícil. Campeones sin fronteras.
Aquí hay que hacer una diferenciación: las encuestas que se hacen con dinero privado y las que se hacen con público. Estas últimas nos atrevemos a pedir que se eliminen porque, en fin, hay muchas cosas importantes que necesitan de financiación como para ir gastándose los dineros en esta inutilidad. Y en cuanto a los privados que se gastan su propio capital, pues ellos sabrán, pero, desde nuestra humildad, les recomendaríamos que también utilizaran ese dinero en cosas más productivas. Por ejemplo, podrían encargar sus encuestas electorales a Rappel, a Aramís Fuster, a Sandro Rey o a la Bruja Lola, que harían un trabajo exactamente igual de fiable pero, donde va usted a parar, infinitamente más divertido.
Y eso: enhorabuena a todos, pitonisos. Nivelazo, sí señor.