Pues ya tenemos al primer caco del año que se lleva el Tonto’lculo. Mucho tardaba. Asustados estábamos ya, en serio.
Viajamos hasta Almoradí, en la provincia de Alicante en España. Nuestro protagonista, un tipo precavido que se vistió con un mono de trabajo y se puso encima pasamontañas, gorro (con el pasamontañas solo ya valía, pero bueno), gafas de sol y guantes, se dirigió a una gasolinera y, con una pistola de fogueo, la atracó. Con éxito, además.
En fin, que el hombre se largó con el botín y la gente de la gasolinera hizo lo que se supone que se debe hacer, que es llamar a la policía, en este caso a la Guardia Civil. Y eso: que llegan los agentes, se ponen a hacer el atestado o lo que se haga en estos casos, y de repente aparece por la gasolinera un tipo con una botella de plástico en la mano pidiendo llenarla de gasoil.
Efectivamente, lo habéis adivinado: el cliente que pretendía llenar el envase era nuestro hombre, que, en su huida, se había quedado sin combustible. Bravo. Y, claro, cuando el tipo pidió a un empleado que le llenara la botella, este le reconoció la voz y, al estar la Guardia Civil in situ, tardó dos segundos y medio en ser detenido. Bravo de nuevo.
Por partes, que aquí hay una tontoculez cuádruple. La primera, ir a realizar un atraco y no tener gasolina en el vehículo en el que has de huir. La segunda, volver al lugar de los hechos. La tercera, volver al lugar de los hechos y, al observar que hay policía en el lugar, no esperarte al menos a que se vayan. Y la cuarta: si por lo único por lo que te pueden reconocer es por la voz, yo qué sé, amigo, cambia el registro, haz ver que estás acatarrado, pon acento mexicano o andaluz, o hazte el turista británico o algo, pero, ya que has hecho la tontoculez de volver, no vuelvas hablando con la misma voz con la que hace cinco minutos les has ordenado que pusieran todo el dinero en la bolsa, macho. Y menos, repetimos, con la policía delante.
A este le van a dar de collejas en la prisión hasta que se cansen, ya verás. Y con razón.