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West Point

 

 

 

12/09/2015

Si hay una batalla que en principio es difícil que acabe con heridos es una batalla de almohadas. Pero las batallas son batallas y no es lo mismo que las practiquen niñas en una fiesta de pijamas o incluso adolecentes rebosantes de testosterona, o que las practiquen militares de verdad.
Y es que, se ve, acabar con una guerra de almohadas es la tradición en West Point, academia militar estadounidense famosa porque sale mucho en pelis y tal. Pero la susodicha tradición ha derivado en los últimos tiempos y, se ve, los cadetes —no dudamos que eminencias intelectuales sin igual todos ellos— han llevado la cosa un punto más allá y, ahora, en la batalla almohadil, introducen dentro de las fundas cosas como pistolas, cascos o cualquier otro objeto contundente que tenga como principal característica el hacer daño.
Y, claro, parece ser que el estropicio en forma de narices, caras, cabezas, brazos y huesos en general rotos después de cada batalla es pa’ verlo. En concreto, en esta última edición fueron 24 cadetes los que fueron atendidos por traumatismo craneal y otros cuantos más con fracturas de brazos, piernas, costillas, codos, hombros y rodillas. Hey, pero todos súper orgullosos y difundiendo sus caras hechas un mapa por Facebook, Instagram y tal y cual.
En fin, tampoco le busquemos más explicaciones al tema. Si esa gente acabaron en West Point de militares y no en Harvard de ingenieros aeroespaciales por algo debe ser. Aunque a nosotros, en el fondo, esta tradición no solo nos parece bien sino que además creemos que debería ser un ejemplo. Nos referimos a que si todos los militares del mundo se liaran en una fenomenal guerra de almohadas hasta que solo quedara en pie uno, todo eso que nos ahorraríamos. Y todo eso que nos reiríamos, digámoslo todo.

LeandroAguirre©2015

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