Mientras el Juntaletras sigue de vacaciones despilfarrando todos los millones y millones que gana con el sudor de nuestra frente, este jurado aquí sigue, al pie del cañón, desafiando al verano, a sus cuarenta grados a la sombra y a la madre que lo parió. Nuestra profesionalidad es patológica, efectivamente.
Viajamos hoy hasta Taiwán, donde un señor llamado Hu Chi-yang, se ve que hasta la coronilla ya de trabajar y de hacer el primo, decidió buscar la manera de hacerse rico de una manera rápida y eficaz. Y lo que decidió finalmente fue estafar a una aseguradora. Suponemos que pensaréis, como personas cabales que sois, que el hombre fingió un accidente o una enfermedad para intentar sacarle unas perrillas a la compañía de seguros en cuestión, pero la respuesta es negativa. Y es que parece ser que en el diccionario del bueno de Hu Chi-yang no aparecen los términos fingir o simular, ya que, ni corto ni perezoso, el tipo agarró un cuchillo y se cortó la mano. Tal cual.
Después se fue a la aseguradora, les explicó que le habían robado y le habían cortado la mano y exigió el millón de euros que le correspondía por tan lamentable suceso. Pero, claro, las compañías de seguros no son conocidas precisamente por su altruismo y por ir regalando el dinero por ahí, así que, tras algunas investigaciones, se demostró que había sido el propio Hu Chi-yang el que se había seccionado la mano y, por lo tanto, no procedía indemnización alguna. Y no solo eso, ya que, llegado el tema a juicio, al bueno de Hu Chi-yang le han caído 10 meses de prisión por intento de fraude.
Y eso: lo que tenía que ser una jubilación dorada y millonaria en una isla paradisíaca se ha convertido en una ruina entre rejas. En ambos casos, eso sí, la cosa seguía adelante sin una de las manos, pero no es lo mismo cambiar una mano por un millón de euros que cambiarla por unos meses en presidio, está claro.
En fin... Con según qué tontoculeces ya no sabemos qué decir, lo reconocemos. Cómo están algunas cabezas, en serio.