¿Veis esa cosa amarilla que flota junto a la patrullera turca que aparece en la foto? No, no es una bolsa de plástico náufraga ni un delfín con chaleco reflectante, es una niña en su flotador amarillo. Una niña de diez meses, más concretamente.
¿Y qué hacía una niña de tan corta edad ahí en medio de la mar? Pues ir a la deriva, evidentemente. E ir a la deriva no por voluntad propia, como es obvio, sino porque sus padres —a los que llamaremos Mesut y Yasemin a nuestro libre albedrío— se la llevaron a la playa y, en uno de esos baños, se la dejaron olvidada en el agua y, flotando flotando, la cría fue a parar a más de un kilómetro de distancia.
Algunos bañistas que se dieron cuenta de la situación intentaron alcanzar a la niña, pero al no conseguirlo tuvo que ser la Guardia Costera de Turquía la que, como se ve en la imagen, la rescatara.
En este jurado nos imaginamos y entendemos la situación: el uno pensaba que la niña estaba con la otra, y la otra pensaba que la niña estaba con el uno. Pero, sea como sea, el hecho es que se olvidaron que tenían una niña que ni habla ni camina —ni, imaginamos, nada (del verbo nadar)— a la que sacar del agua para que no se ahogara ni se la comieran los tiburones ni esas cosas terribles que pasan en el mar.
Hablando de cosas, esta es de esas cosas en las que luego te tienes que gastar una pasta en psiquiatras y regresiones para descubrir por qué nunca has acabado de fiarte de tus padres. Aunque, digámoslo todo, por lo menos se acordaron de ponerle un flotador —y un flotador amarillo, además, que tiene una visibilidad excelente—, lo que está muy bien porque de otra forma ahora estaríamos hablando de una verdadera tragedia. Pero el Tonto’lculo de la Semana se lo llevan, está claro.