En todos los sanfermines hay cogidas, como no podía ser de otra manera cuando metes a unos toros a correr entre la multitud. Incluso periódicamente hay cogidas que acaban con resultado de muerte, lo que sigue siendo normal por muy lamentable que resulte. Desde ese punto de vista no vamos a darle el Tonto’lculo de la Semana a alguien simplemente por haber sido corneado por un bicho de 600 kg, y menos si las cornadas han tenido consecuencias fatales. Sería muy fácil y tendría bastante mala fe por nuestra parte.
Pero, claro, una cosa es que un toro te coja, y otra cosa es que un toro te coja después de haber escrito un libro con el título “Fiesta: Cómo sobrevivir a los toros de Pamplona”, que es exactamente lo que le ha pasado a un tal Bill Hillmann, estadounidense para más señas. A ver... El hombre técnicamente ha sobrevivido, así que, técnicamente de nuevo, no ha traicionado su libro, pero suponemos que el texto va de lo que has de hacer para que no te pille el toro, no cómo has de colocarte para que cuando te pille no te atraviese ninguna arteria ni ningún órgano vital y tengas tiempo de llegar al hospital. Por lo que, resumiendo, que este señor haya sido cogido es como si el Último Superviviente muriera de inanición tras una noche en el bosque, o como si uno de ésos que escriben libros de autoayuda acabara suicidándose en el lavabo de un motel de carretera, más o menos.
En fin... En todo caso no deja de resultar sorprendente la cantidad de gringos que son corneados en sanfermines año tras año. Casi nunca pillan a pamplonicas, qué curioso, ¿no? Aunque quizás lo de hoy explica muchas cosas. Nos referimos a que si la mayoría de yanquis han leído el libro del amigo Bill como guía antes de acudir a Pamplona, y teniendo en cuenta cómo ha acabado él, es normal que los toros se los lleven por delante sanfermines sí y sanfermines también.
Por cierto... El caso de Bill Hillmann nos lo descubrió nuestra amiga chilena Marcela Román. Lo decimos porque a ver si tomamos ejemplo y vamos colaborando un poco todos, ¿eh? Que el mundo de los tonto’lculos es cuasi infinito y nosotros, pobres personitas, no podemos abarcarlo todo. ¡Viva San Fermín! Gora San Fermin!
A Marcela.
