Cuando llegan Mundiales, Juegos Olímpicos y cosas así todo el mundo intenta sacar tajada. Las Coca-Colas de este mundo directamente los patrocinan, las casas de apuestas ofrecen vales descuento y el resto hace lo que puede.
Hay un capítulo de los Simpsons en el que las Krusty Burgers hacen una oferta en la que regalan hamburguesas a cambio de las medallas que los atletas americanos consigan en los Juegos. Para asegurarse la jugada, en los boletos que llevaban los deportes premiados sólo ponen modalidades que por entonces ganaban los deportistas soviéticos o de la RDA, pero, qué cosas, coincide con el boicot de la URSS a los JJOO de Los Ángeles, los yanquis se llevan todas las medallas y Krusty Burgers y el mismísimo Krusty el Payaso casi se arruinan con el asunto.
Pues a una pequeña zapatería holandesa le ha pasado más o menos lo mismo, sólo que en el mundo real y no el de los dibujitos animados. Resulta que el dueño de la susodicha –que, evidentemente, no había visto ese capítulo de los Simpsons– se dijo a sí mismo un día: ¡Eureka, soy un genio! Bueno, lo dijo en neerlandés, eso sí.  Y entonces realizó una promoción en su tienda que consistía en que hacía una rebaja de diez euros a cada cliente por cada gol que le marcara Países Bajos a España en el partido que les enfrentaba en el Mundial de fútbol. Suponemos que el tipo –del que no sabemos el nombre, así que le llamaremos Willem– pensó algo así como: “Son los campeones del mundo y en el pasado Mundial sólo les metieron tres goles en todos los partidos, así que, con suerte, les metemos uno y hago una promoción de puta madre”. Todo eso en holandés, insistimos. Pero, ¡ah, destino!, como ya sabéis, y si no lo sabéis nosotros os lo explicamos, Holanda le endosó cinco chicharritos a España y, claro, a Willem se le llenó la zapatería con hordas de gente que, legítimamente, quería sus 50 euros de descuento. Y aún tuvo suerte porque podría haber sido más.
Total, que el hombre al principio cumplió con su oferta pero al final ha tenido que cerrar la zapatería unos días porque de otra forma se hubiera arruinado y la hubiera tenido que cerrar para siempre. Qué decir... ¡Viva el marketing! ¡Viva!