MARY POPPINS

Mary Poppins... Qué decir de Mary Poppins, esa peculiar institutriz que llega un día al seno de una familia para poner orden entre dos niños acostumbrados a amargarle la existencia a todas sus niñeras. Pero no llega caminando como las personas ordinarias, no: llega volando con un paraguas que, es de suponer, era de mejor calidad que esos que venden ahora en los mercadillos y los chinos que al primer golpe de viento se desintegran en el aire.
En ese momento los padres ya deberían haber advertido que aquella señora no era del todo normal, pero aun así la dejaron a cargo de sus hijos. A partir de ahí todo se precipita. Por ejemplo, la inconsciente de Mary Poppins induce a los niños a drogarse. Sí, sí, como lo oís. Esa mujer malvada aconseja a los niños que, literalmente, se tomen píldoras con azúcar. ¡Con azúcar! Se ha de ser mala persona, en serio.
Pero Mary Poppins no solo induce a los menores a drogarse, es que ella misma va dopada hasta las cejas en el ejercicio de sus funciones institutriciles, o cómo coño se diga. Sin ir más lejos, un día va tan absolutamente pasada de lo que fuese que, queriendo decirle a los niños “Hoy examen de caligrafía porque lo digo yo”, le salió “Supercalifragilisticuespialidoso”. Si a eso le añades que Mary Poppins veía cosas como pingüinos de dibujos animados bailando claqué, cualquier juez concluiría que la acusada actuaba sin duda bajo el efecto de los estupefacientes, alcohol incluido.
Pero lo peor, lo más espeluznante, lo que pone los pelos como escarpias, lo que hiere a cualquier alma mínimamente sensible, lo realmente inhumano de Mary Poppins es que, en cualquier momento, bajo cualquier circunstancia y a traición, la tipa agarraba y... ¡se ponía a cantar!; ¡canciones, además! Así, sin anestesia ni nada. ¿Es o no es inhumano?; ¿es o no espeluznante? Imaginaos el trauma, pobres niños.

LeandroAguirre©2015

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