¿Sr. Kennedy?
Yo mismo.

Soy un juntaletras con poderes paranormales que quería hacerle unas preguntas.
Pues muy bien. Cualquier cosa con tal de matar este hastío, oye.

Sí, ya me dijo Elvis que el Más Allá muy animado no está precisamente.
Esto es un horror. No venga nunca.

No sé si eso será posible.
Lo es. Lo de vagar eternamente como alma en pena por la Tierra está muy denostado, pero no creo yo que sea mucho peor que esto. Al menos asustas a la gente y te entretienes un rato.

Que se aburre, vamos.
La vida de una piedra tiene que ser mucho más apasionante, estoy convencido.

Podrá hablar con gente o algo ahí, ¿no?
Y qué, si todos me preguntan por lo mismo. Qué cansinos, de verdad.

Me temo que en algún momento yo también tendré que preguntar sobre eso.
Pero sabes hablar de otras cosas, ¿no?

Más o menos.
Pues esa gente no, se ve.

Hablé el otro día con Marilyn...
Te felicito efusivamente.

¿La ve por ahí?
La ve más Bobby, para qué te voy a engañar.

No se llevan bien, usted y ella.
Ni bien ni mal. Más allá del sexo no teníamos demasiado en común, y aquí no hay sexo, así que...

¿Me puede explicar algo sobre la muerte de Marilyn?
Que se murió, no sé qué más necesitas saber.

Ella dice que no sabe nada.
Pues si no sabe nada ella no sé por qué tengo que saberlo yo.

Hay gente que inculpa a la familia Kennedy...
Hay gente que inculpa a la familia Kennedy de mi asesinato y el de mi hermano.

Que lo niega, dice.
Yo tenía mis propios problemas, como comprenderás.

Explíqueme usted la crisis de los misiles con Cuba, la URSS y eso.
Mírese un documental o algo, amigo.

Me gustaría su visión personal, si pudiese ser.
Todo una pantomima, en realidad. Ni los rusos querían que nosotros arrasáramos Moscú, ni nosotros queríamos que ellos aniquilaran Nueva York, por lo que sólo era una bravata pública. Lo que pasa es que, de bravata en bravata, al final casi la liamos.

¿Hubiera usted apretado el botón llegado el caso?
Si ellos lo hubieran hecho antes, pues sí, qué remedio. Pero le repito que nadie tenía la intención de suicidarse.

Llegamos al temita, presidente.
Qué bien...

Dallas.
Sitio de mierda...

Es normal su aversión.
¿Verdad? Pues mis padres quiere que vaya a ver a Freud por ello. Que lo supere, dicen.

¿Conoce a Freud?
Lo evito, la verdad. No me da muy buenas vibraciones ese hombre, siempre hablando de tener sexo con tu madre, matar a tu padre y cosas así. Da como repelús.

Ya... Dallas, presidente.
¿Qué quieres que te diga? Me dispararon en la cabeza y ahí me quedé.

Eso ya lo sabemos. La cuestión es: ¿quién le disparó?
¿Te crees que yo los vi?

No, pero ya se habrá enterado, ¿no?
Pues no. Con el único que he hablado es con Oswald y él lo niega todo.

¿Habló usted con Oswald?
Hablo regularmente; es un tipo muy majo. Rarito, pero majo. Yo le creo.

En todo caso supongo que no se cree la versión oficial...
¿Lo de la bala mágica? Que esté muerto no significa que sea gilipollas.

Tendrá usted una teoría, supongo también.
Pues sí, pero qué más da; no va a cambiar el hecho de que estoy muerto y de que esto es un coñazo insufrible.

Dígamelooo, vaaa...
Que nooo...

Vaaa... Puedo pasarme así todo el día.
Está bien: Jackie.

¿Su esposa?
Bueno, técnicamente ahora es la esposa de Onassis.

¿Y por qué?
A la gente no le suele entusiasmar tener unos cuernos que no pasan por las puertas, con sinceridad.

Pero también la podían haber matado a ella en la refriega...
Interpreto que era un riesgo que estaba dispuesta a correr con tal de verme muerto.

¿Ha hablado con ella sobre el tema?
Lo intenté, pero no está muy receptiva a hablar conmigo, ni sobre el tema ni sobre lo que no es el tema.

Ahora sí me ha dejado a cuadros... Yo pensaba más bien en Lyndon Johnson.
Ya. Pues yo pienso en Jackie.

Bueno, pues después de esto ya no sé qué más preguntarle.
Pues vale.

Hasta otra, presidente.
Adiós, juntaletras.

Esto cambia las cosas: ahora Oliver Stone va a tener que hacer otra película.