¡Uuuuuuhhh...!

Napoleón Bonaparte, supongo.
Sí. ¿Y tú eres, mortal?

Soy un juntaletras/médium que hace preguntas.
¿Por?

Porque me aburro, básicamente.
Tú no sabes qué es el aburrimiento. Espérate a morir y verás.

Sí, eso me dijo Elvis. Pregunto, ¿eh?
No tengo planes mejores.

Lo primero, ¿qué pasó en Waterloo, hombre de Dios?
Las batallas son así. Somos 11.000 contra 11.000 y hasta que no pita el árbitro no se han acabado. Creamos muchas oportunidades y ellos metieron la única que tuvieron.

???
Es que hay mucho futbolista por aquí y al final se te acaba pegando. Además su sistema excusil es muy práctico, las cosas como son.

¿Conoce la canción de Abba?
Claro. ¡Waterloo, la li lo li li lo li lo li! ¡Waterloo, la li lo li li lo li lo li! ¡Tachán tachán tachán...! ¡Waterloo...

Vale, vale... Suficiente... No era usted de los de quedarse en casa tranquilamente viendo la tele, ¿verdad?
Usted no conoce a Josefina, ¿no?

En absoluto.
Si la conociera no haría esa pregunta. Si hubiera sido fontanero o médico me hubiese escapado de casa con la excusa de tener una urgencia, pero siendo emperador lo único que podía hacer era montar guerras por ahí para poder salir un rato.

¿No era más fácil divorciarse o algo? Los pobre egipcios, por nombrar a alguien, no tenían ninguna culpa de sus problemas matrimoniales.
El matrimonio es así, Juntaletras. Somos uno contra uno y hasta que el árbitro no...

Hombreee, señor Bonaparte, aquí ya está muy metido con calzador.
Me da igual. Es súper práctico, insisto.

En todo caso, ¿recuerda algún país con el que no estuviera en guerra?
Así a bote pronto no, sinceramente. Pero alguno debe haber, seguro.

Se le acusa en España de engañarles parea invadirles.
¡Ja ja ja! Qué bueno aquello; qué pipiolos, en serio.

O sea que es verdad.
Claro. Qué tontos son, de verdad.

Quería preguntarle también sobre las islas a las que fue desterrado.
Si ha llamado para joder mejor lo dejamos, ¿eh?

Sólo quería saber cómo eran.
Pues lo mira en el Google Earth.

Preferiría que me lo contara usted.
Pues una mierda, eran. No sé qué más quiere saber.

Lo dejo, que ya veo que el tema le duele. Otra cosa importante: el sombrero.
¿Qué le pasa a mi sombrero?

Me gustaría saber su historia. Quién lo diseñó y todo eso.
No tiene mucho misterio: lo hizo mi sobrina de tres años con periódicos viejos, me gustó y me lo quedé.

Ahora se explican muchas cosas.
No sé qué quiere decir. ¿No le gusta acaso mi sombrero?

Nooo, no, Dios me libre. Precioso, lo encuentro.
Lo sé.

He dejado la pregunta más importante para el final.
Como ha de ser.

La mano en el pecho.
¿La mano de quién en el pecho de quién?

La suya mano propia en su propio pecho de usted.
¡Ah, eso! Ése mi secreto y me lo llevaré conmigo a la tumba.

Ya hace dos siglos que se murió, señor Bonaparte.
Es verdad.

¿Problemas gástricos o coronarios como se ha insinuado?
Problemas de bolsillo, más bien.

¿Problemas económicos?
He dicho de bolsillo. Que hacían los trajes sin bolsillos y no sabía dónde coño meter las manos, vamos.

Siendo emperador podría haber ordenado que se los hicieran.
Podría, pero en ese momento, ocupado como estaba huyendo de Josefina, no se me ocurrió, qué quiere que le diga.

La cosa tiene mucho menos glamur de lo que se podía suponer.
Pues no haber preguntado.

Pues nada, le dejo ya. Por cierto... ¿se ha topado por ahí con Agustina de Aragón?
Calle, calle... No vea la brasa que me da cuando nos encontramos. Qué mujer más cansina, en serio.

Que no olvida, dice.
Ni perdona. Cada vez que nos vemos me dispara con el cañón. Y mira que yo le digo: “¡Que ya estoy muerto, Agustina, joder!”. Pero ni caso, ella a lo suyo. “¡Muerte al invasor gabacho!”, grita cada vez que me ve.

Igual algún día la llamo.
Bajo su responsabilidad.

Hasta luego, señor Bonaparte.
Emperador.

Ya no. Adiós.
Adiós.