PROTAGONISTAS: Manuel Fraga y otra gente.

ÉPOCA: Una en blanco y negro.

MOMENTAZO: ¿Qué se hace cuando se estrellan dos aviones cargados de bombas nucleares cerca de la costa para demostrar que no hay peligro alguno para las personas humanas e incluso para las no humanas? ¿Pasar un contador Geiger delante de la prensa o algo? No. Se hace lo siguiente:

 

Una certeza y un par de rumores. La certeza es que Fraga y los otros campeones no se bañaron en Palomares, que es donde se produjo el accidente, sino en Mojácar, que está a unos 15 o 20 kilómetros. Ya puestos lo podían haber hecho en el estanque de El Retiro, que lo tenían más cerca.
El primero de los rumores dice que, cuando se introdujo en el agua, Fraga era una persona más o menos normal y que cuando salió se había convertido en Superfraga y empezó a hablar a toda leche, a decir cosas como “La radioactividad es mía” y a repartir mandobles a diestras y siniestras, sobre todo a siniestras, claro. Eso explicaría muchas cosas, cierto, pero cuesta pensar que eso sucedió realmente porque hay cosas difíciles de creer, como que Fraga fue nunca una persona más o menos normal, por ejemplo.
El segundo rumor contempla una posibilidad que da hasta cierto yuyu. Cuentan los más viejos del lugar que en Mojácar la radiación era cero antes de que Fraga se metiera entre las olas y que, al salir, las mediciones dieron unos niveles estratosféricos. ¿Era Fraga una central nuclear andante?; ¿estaba hecho Fraga de uranio?; ¿toda esa energía que tenía Fraga producía radiación?; ¿es verdad que a Fraga no lo enterraron ni lo incineraron, sino que lo enviaron a un cementerio nuclear? Cuántas dudas...
En todo caso, esperemos que eso no vuelva a suceder. ¿Lo de las bombas? No: lo de tener que ver a según quién en paños menores. En según qué casos, casi mejor que estallen las bombas, de verdad. Qué falta de la más elemental estética, en serio.