PROTAGONISTAS: Francisco Franco (y su don de lenguas y su don para la interpretación) y familia.

ÉPOCA: Una en la que ni vosotros ni yo tendríamos lo que hay que tener para reírnos de lo que nos vamos a reír.

MOMENTAZO: Bien... Para comenzar la sección, y como soy así de generoso, no os he traído un momentazo, os he traído dos. No son nuevos, ya están ahí en la Infrahistoria (DEP) y los saco siempre que se tercia, pero siempre es gracioso desempolvarlos porque, eso, son muy graciosos.
El primero de los momentazos es este:

 

De acuerdo: a los hispanoparlantes en general eso de hablar inglés no es lo que mejor se nos da en esta vida, cierto, pero es que hay cosas y cosas. Dicho de otro modo, quien crea que tiene problemas con el idioma de Shakespeare que se mire este vídeo y comprobará que, en el fondo, lo suyo no son problemas. Lo de Franco sí era un problema. Concretamente, un problema para los que pretendieran entenderle un carajo.
Claro que Franco no solo poseía un don para los idiomas, incluido el español, además era un actor como ningún otro. Él, y toda su familia (iba a decir ‘él y toda su puta familia’, pero queda muy feo y no lo pondré). Observad:

 

Qué decir... Qué interpretación, qué soltura, qué naturalidad, qué improvisación... Qué cosa... Este vídeo, como el otro, es muy reconfortante, en este caso para todos aquellos que quieren ser actores y actrices. O sea: peor no se puede hacer, así que, a partir de ahí, cualquier cosa en comparación es artísticamente decente. Y también es reconfortante para los ventrílocuos, que por muy mal que lo hagan nunca lo harán tan mal como el caudillo, y eso que él no tiene ni que poner la voz de su hija, que ya la pone ella solita.
En fin... Lo sé: dos momentos de hilaridad no compensan cuarenta años de horror, pero menos da una piedra, dicen. A no ser que hablemos de piedras de 24 kilates, claro, que hay dichos que se sueltan demasiado alegremente para mi gusto.