–Te llamaré Viernes.
–Oye, majo, que yo ya tengo un nombre: Adolfo Bernabé.
–Yo te llamaré Viernes.
–¿Y el tío? Vale, pues yo te llamaré Noviembre.
–No, Viernes, yo me llamo Robinson Crusoe.
–Y yo Adolfo Bernabé, repito.
–Tú te llamas Viernes.
–¿Tienes algún problema o algo? ¡Que me llamo Adolfo Bernabé, coño ya!
–Nooo: Adolfo Bernabé, caca; Viernes, bien.
–Jodeeer... Mira que hay poca gente en la isla y me voy a encontrar con el demente éste.
–Vamos, Viernes, que construiremos un sistema de regadío para mi plantación de cardos borriqueros.
–¡Que me dejes ya, andrajoso!
–Robinson, Viernes, Rooobinson. Ay, estos salvajes, cómo cuesta que entiendan.
–Es pa’ matarlo, en serio.
–¡Dios, se me olvidaba! ¡Corre, Viernes, que empieza el fútbol!
–¿Fútbol?
–Me hice una parabólica con unos cocos vacíos y las antenas de una hormiga y una tele con cáñamo y los intestinos de un chimpancé.
–Ah, bueno, eso cambia las cosas: si tienes parabólica puedo llamarme Viernes.
–Pues vamos, Miércoles.
–Viernes.
–Eso: Miércoles.
–La madre que me parió... Todo sea por ver el Mundial.