Discutir por discutir

Es cíclico: cada tantos años alguien redescubre —porque ya hace mucho tiempo que se sabe— que Shakespeare consumía cannabis y quizás también otras sustancias. Y, como cada tantos años, se produce un debate de lo más curioso y divertido. Diría —no lo pienso comprobar porque no me apetece nada— que no es la primera vez que escribo sobre esto, pero es que yo también soy cíclico, qué le vamos a hacer.
El tema es que, cuando el asunto tiene su revival, no se discute sobre si esto o aquello, o sobre lo divino y lo humano. No: el debate es sobre si Shakespeare tiene o no el mismo mérito que tenía antes de saberse que se dopaba. Es decir: que, claro, como Shakespeare se drogaba, algunos opinan que su obra es fruto más de las sustancias que consumía que de su propio ingenio y arte. Y se quedan tan anchos, oye.
¿Que su obra hubiese sido diferente de haberse drogado o no? Pues probablemente, pero también hubiese sido diferente de haber tenido unos padres u otros, de haber vivido en un sitio o en otro, de haber tenido una infancia u otra, de haber leído unas cosas u otras, de haber tenido una religión u otra, de haber sido homosexual o heterosexual, de haber ido a la guerra o no haber ido, de haber tenido críos o de no haberlos tenido, y así hasta el infinito.
No sé... Shakespeare, seguro, también consumía alcohol y a nadie se le ocurriría atribuirle al vino sus méritos literarios, pero se ve que te fumas un porro y te sale de corrido, con escritura automática y todo, Romeo y Julieta. Con cariño lo digo, pero es ridículo.
Siempre me acuerdo, de cuando la última vez que surgió el tema hace algunos años, de un catedrático de literatura de Oxford o Cambridge, un venerable señor de pelo y barba canos, que decía algo así como: “Miren, oigan: en el Reino Unido hay unos 20 millones de consumidores de cannabis y ninguno de ellos ha escrito Hamlet”. Y punto y terminar.
Discutir por discutir, en serio.

LeandroAguirre©2015

TODOS LOS ARTÍCULOS

 

SECCIONES ACTIVAS

SECCIONES FINALIZADAS

OTROS