Miniyós

Yo no quiero ser un cínico como Rousseau, que fue un tipo que tuvo cinco hijos y a los cinco los envió al hospicio y después iba dando lecciones por ahí sobre cómo educar a los niños. Yo no tengo hijos y, por lo tanto, lo último que pretendo es dar lecciones sobre algo que desconozco.
Pero uno mira lo que hay alrededor y llega a la conclusión de que, así en general, la gente más que educar a sus hijos los adoctrina. Los que son religiosos los adoctrinan en su fe, los que son patriotas los adoctrinan en su banderita y sus cositas, los que son futboleros los adoctrinan en su amor a los colores, los que tienen firmes ideales políticos los adoctrinan en su doctrina de izquierdas o de derechas, y los que son religiosos, patriotas, futboleros y con firmes ideales políticos ya es un festival sin igual y, normalmente, crean un monstruo.
En definitiva, convertimos a nuestros hijos en una especie de ‘mini yo’, primando nuestro derecho a hacer con nuestros hijos los que nos dé la gana al derecho que tienen, o deberían tener, nuestros hijos a tomar decisiones en su vida tales como elegir religión o ideales políticos. ¿Somos vegetarianos? Pues nuestros hijos a comer lechuga. ¿Somos anti vacunas? Pues nuestros hijos no se vacunan porque, se ve, tener un hijo te da derecho de pernada sobre su persona y derecho a decidir sobre su vida o su muerte, e incluso sobre la vida y la muerte de los que le rodean. ¿Somos anti transfusiones? Pues también tenemos el derecho a dictaminar que nuestro hijo se muera por enfermedades de las que ya no se muere nadie por nuestra pedrada en la cabeza. Y así.
Personalmente, si tuviera un hijo consideraría que habría tenido éxito educándolo si cuando fuera mayorzote se valiera por sí mismo, pensara solito y respetara y se hiciese respetar. Pero, repito, yo no soy Rousseau y no voy a dar lecciones de nada a nadie. Que cada uno mate a sus hijos o les desgracie la vida cómo más le plazca, por supuesto. Que para eso son de su propiedad. O por lo menos eso parece.

LeandroAguirre©2015