Políticamente incorrecto

Escribí la semana pasada un artículo sobre una chorrada de tema como eran las propinas. No lo volveré a explicar de nuevo, pero mi posición en el asunto es un poco particular y contradictoria: pienso ‘A’ y hago ‘B’; creo ‘+’ y realizo ‘—‘; propugno ‘blanco’ y ejecuto ‘negro’. E, inconsciente de mí, se me ocurrió utilizar, recalcando que hablaba solo de ese tema, el término bipolaridad para definir mi paja mental en el asunto. Puedo estar terriblemente equivocado, evidentemente, y en ese caso no se me caerían los anillos por pedirle perdón a quien tuviera que pedírselo, pero sigo considerando que no está mal usado y que no ofendo a nadie. Aunque no todo el mundo opina lo mismo, evidentemente también.
Y es que, claro, me escribió un señor indignado por Twitter diciéndome que debería avergonzarme (shame on you!) por utilizar la palabra bipolaridad (¡dos veces!), ya que era una de las enfermedades mentales más extendidas y tal y cual. Asustado, corrí a rae.es por si, en mi analfabetismo, el concepto que yo tenía de bipolaridad estaba equivocado. Introduje el término y la Real Academia me comunicó: “bipolaridad: 1. f. Condición de bipolar”. Eso no me ayudaba mucho, así que busqué bipolar. Y esto, tal y como yo pensaba, es lo que dice la RAE: “Que tiene dos polos”. Y ya. No recoge ni como acepción que exista una enfermedad llamada de ese modo ni, directamente, ninguna otra acepción.
Porque, ¿se supone que ya no podemos utilizar la palabra bipolar nunca más porque alguien hace cuatro días decidió llamar así a una enfermedad?; ¿ya no podemos decir que las pilas o el planeta Tierra son bipolares? Y la palabra cáncer, ¿podemos o no podemos usarla?; ¿o le cambiamos el nombre al signo del zodíaco y a la constelación para que nadie se ofenda?
No suelo explicar este tipo de cosas, pero esta vez lo voy a hacer, va. Yo he sufrido depresiones clínicas de verdad, severas depresiones clínicas, y, en ciertos momentos de mi vida, he estado más p’allá que p’aquí, no sé si me explico. Y, oye, jamás se me pasaría por la cabeza ofenderme porque alguien exclame “qué depresión” porque su equipo de fútbol ha perdido un partido con un gol en el último minuto, o porque alguien diga “estoy deprimido” solo porque está un poco triste o ha tenido un mal día, cosas ambas que suceden diaria y habitualmente. Me parecería absurdo por mi parte, la verdad, entre otras cosas porque yo también utilizo esa palabra de esas maneras.
Creo que hemos llegado a un punto ridículo con lo de la corrección política. Entiendo que no se usen palabras que antes eran habituales por puro sentido común —subnormal, retrasado, tullido, maricón y barbaridades vejatorias así—, pero algunos creo que ya se pasan y se la cogen con papel de fumar. No se pueden decir tacos porque los pueden oír niños. No se pueden decir palabras como coñazo o nenaza porque son sexistas y machistas. No se pueden nombrar enfermedades, aunque también tengan otros significados o no estén, como es el caso, ni recogidas en el diccionario. No se pueden utilizar palabras como ciego, manco o cojo, cuando son palabras meramente descriptivas y no calificativas ni, ni mucho menos, descalificativas o menospreciativas. Y etcétera.
¿Y qué hacemos con expresiones como “Tener ideas de bombero”?; ¿las eliminamos también para que no se ofendan los que se dedican a apagar fuegos? O “Dar palos de ciego”, que supongo que para algunos debería estar penado con cárcel pronunciarla. O “Hacerse el sueco”, no vayamos ahora a provocar un conflicto con esa gente tan nórdica, tan civilizada y tan rubia. O “Irse por los cerros de Úbeda”, que ya sabemos todos que en Úbeda son gente muy sensible. Por no hablar de “Es para suicidarse”, porque es el acabose de los acaboses en cuestión de corrección política. Y, oye, no digas nunca algo como “qué cabronada”, no vaya a ser que las cabras y los cabrones sientan lisiada su dignidad animal o lo que sea.
Oigan, si un caso los adalides e integristas de la corrección política que nos hagan una lista con los términos y expresiones que ellos consideran que es intolerable utilizar, y así acabamos antes. Algunos les haremos caso por el forro de los cojones (uy, perdón; qué expresión tan machista y políticamente tan poco correcta...), pero al menos seremos conscientes de qué ley divina estamos incumpliendo y sabremos el motivo por el cual vamos a arder eternamente en el Infierno cuando muramos. Coño ya.

LeandroAguirre©2014

TODOS LOS ARTÍCULOS

 

SECCIONES ACTIVAS

SECCIONES FINALIZADAS

OTROS