SAN JORGE

NOMBRE: Jorge de Capadocia.

ÉPOCA: Una en la que, se ve, había dragones. Y no era Juego de Tronos. Creo.

CURRÍCULUM: Sí, lo sé: no hay una sola prueba de que Jorge de Capadocia, San Jorge para los amigos, fuera una persona real con carne, huesos, brazos, piernas y todo lo demás, pero esta sección se titula Infrahistoria y supongo que no estáis aquí buscando rigor histórico precisamente. Así que, mito o no mito, leyenda o no leyenda, historia o no historia, ésta es la vida del Jorge —Jordi, George— más famoso de los que han caminado —o no— bajo el sol.
Pues resulta que este supuesto hombre era un supuesto romano que se alistó en el ejército y que, tras ascensión meteórica, acabó formando parte de la guardia personal del emperador Diocleciano, un señor con unos padres retorcidos que le pusieron a su hijo el nombre más complicado que se les ocurrió. La cuestión es que Diocleciano tenía, aparte de ese nombre raro, especial manía a los cristianos, contra los que ordenó persecución en todo el imperio.
Fue entonces cuando Jorge, todo honestidad, le confesó al emperador su fe cristiana y éste, con un comportamiento mucho menos cristiano, hizo que le torturaran y que finalmente le decapitaran frente a las murallas de Nicomedia.
Y, a partir de ahí, otra meteórica ascensión al Olimpo de los santos. Porque, y ya sería curioso si San Jorge no existió nunca, hablamos del santo más popular de todo el santoral a lo largo y ancho del planeta. Puede que a San Pedro o a San Juan les duela oírlo, y sobre todo si San Jorge es un personaje inventado, pero es lo que hay.

MOMENTAZOS:
–‘Dragon Ball’. Si hay un momentazo en la supuesta existencia de San Jorge ése es indudablemente —aparte del momento en el que le separaron la cabeza del cuerpo— el del dragón. Vale por toda una vida, está claro.
Sucedió que había una ciudad en la que un dragón decidió hacer su nido en la fuente que suministraba el agua a aquel lugar. Así que, para conseguir el agua, los ciudadanos debían hacerle una ofrenda alimentaria diaria a la bestia para que se apartara y dejase que aquella gente se hiciera con el líquido elemento.
El problema es que, por lo que se ve, aquel bicho era un sibarita que sólo comía carne humana, por lo que cada día debían ofrecerle a un habitante del reino.
A destacar que aquel reino era tan sumamente democrático que cada día se echaban a suertes a ver quién le tocaba ser el plato principal de aquel dragón. Pero tan y tan democráticos eran, que incluso la familia real entraba en el sorteo —igualico que en otros sitios, sí— y un buen día le tocó la china a la princesa, no sirviendo de nada que el rey pataleara como un niño e implorara por la vida de su hija.
Como habréis comprobado, era el rey con menos autoridad no sólo de la Edad Media, también de toda la historia e incluso de la infrahistoria.Y como habréis adivinado también, cuando el dragón está a punto de zamparse a la princesa, aparece San Jorge —que se ve que pasaba por allí— con su caballo, su armadura y sus cosas y mata al dragón.
En otros cuentos —ups, perdón; en otras historias, quería decir— la princesa y el caballero se hubiera casado y hubieran sido felices y hubieran comido perdices y tal y cual, pero no en éste, donde lo único que pasa es que la princesa se hace cristiana. Ni sexo ni nada. Que ni una copa se tomó San Jorge para celebrar la hazaña, vamos. Una bellísima persona y muy valiente, sí, pero muy saborío también, las cosas como son. Por eso le hicieron santo, creo.

EPÍLOGO: Por un dragón que maté, matadragones me llamaron.

LeandroAguirre©2014 (revisión 23/04/2015)

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