LA REVOLUCIÓN FRANCESA

ACONTECIMIENTO: Revolución francesa.

ÉPOCA: Una en la que la gente le tenía mucho aprecio a su cuello.

CRONOLOGÍA: La Revolución Francesa es la demostración de que cuando el pueblo se cabrea, se cabrea de verdad. Y es que estaba un día el bueno de Luis XVI tan tranquilamente con María Antonieta allá en Versalles tomando un té con pastitas, esnifando rapé y esas cosas que hacían los reyes antes —ahora, si tienen que esnifar algo, no esnifan precisamente rapé—, cuando de repente una marabunta de franceses cabreados entró en el palacio con, parecía, no demasiadas buenas intenciones.
Al pueblo francés, harto de la vidorra que se pegaba aquella gente mientras ellos se morían de hambre, se le hincharon los testículos y los ovarios y decidieron acabar con aquello. Como, demostrado queda durante la historia, los que tienen el poder no lo suelen soltar por las buenas, no quedó más remedio que hacerlo por las malas. Y los franceses se ve que, aunque cuesta que se la saquen, a mala leche tienen mucha mala leche, y allí se organizó una escabechina que no sólo cambió Francia para los restos sino que cambió el mundo para siempre jamás. Al menos en el envoltorio, que en muchas cosas no hemos avanzado tanto como nos gustaría creer.
La cuestión es que después de aquello la nobleza y el clero se convirtieron en especies en vía de extinción, con Luis XVI y María Antonieta a la cabeza, y nunca mejor dicho. Porque precisamente la cabeza es lo que perdieron ambos tras ser detenidos mientras intentaban huir y ser guillotinados. Claro que gran parte de culpa fue del propio Luis XVI, por dejarse ver cuando, evidentemente, era la última persona del mundo que debía dejarse ver en aquellos momentos en Francia. Si hay una vida eterna, la cabeza que le debe poner aún hoy María Antonieta a su marido con reproches sobre el tema tiene que ser para oírlo. Y en francés, además.

MOMENTAZOS:
–Bastilla.
Uno de los momentos estelares de la Revolución Francesa fue la Toma de la Bastilla, que era una fortaleza/prisión de París. Para la historia ha quedado como algo simbólico, pero en realidad tenía sus fines prácticos pues sus cañones apuntaban a los barrios más humildes de la ciudad. Los que no notaron cambio alguno con el asunto fueron la mayoría de los presos, a los que los revolucionarios mantuvieron encerrados. Se puede imaginar uno la cara de los cautivos pasando de la ilusión por el tumulto y el entusiasmo por la victoria a la decepción y la depresión al comprobar que iban a seguir allí encerrados. Pobrecitos asesinos, en serio.
–Robespierre. Maximilien Robespierre fue una de las estrellas de esa rock 'n' roll party que se montaron los franceses mucho antes de que se inventara el rock 'n' roll. Un tipo duro que no admitía que le llevaran la contraria. Cuando tuvo el poder, se calcula que guillotinó entre diez y cuarenta mil personas. Cualquier 'pero', cualquier 'perdona, Robes, pero esto no lo entiendo', cualquier 'es que no te he oído bien' era considerado contrarrevolucionario y, por tanto, merecedor de que te cortaran la cabeza. Y en plan Inquisición, mismamente. Es decir: con que tu vecino que te tenía manía te acusara de ir contra la Revolución era suficiente para ir directo a la guillotina, como en otros tiempos era suficiente con que el mismo vecino te acusara de bruja o hereje. Así que, cuidadín con esos ancianitos tan simpáticos que te saludan cuando os cruzáis por la escalera: en el momento menos pensado pueden llegar a ser vuestros verdugos. Que lo sepáis.
–Gore. La Revolución Francesa fue bastante sangrienta y gore, la verdad. Primero porque, como ya hemos visto, inventaron un aparato de lo más moderno y práctico que no dejaba, literalmente, títere con cabeza. Ey, todo muy rápido y eficaz, eso sí, pero la de litros de sangre que se derramaron no cabían en el Sena. Y segundo, porque la moda de la Revolución era, una vez seccionadas las cabezas, clavarlas en una pica y dejarlas ahí para que el pueblo y las moscas se entretuvieran un rato. Efectivamente, en aquellos tiempos París no era la ciudad de la luz sino la ciudad del hedor, y por ese motivo los franceses son los reyes —uy, perdón, qué contrarrevolucionario…— del perfume: porque de otra forma no había dios que viviera en aquella ciudad, simplemente.

EPÍLOGO: Mucho ojito, gobernantes actuales del mundo, banqueros y demás hierbas: los corderitos indefensos de hoy pueden ser los lobos hambrientos del mañana. Cuídense el cuello, amigos.

LeandroAguirre©2013 (revisión 09/06/2015)

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