NOMBRE: Juana I de Castilla
ÉPOCA: Una en la que no habían vuelos 'low cost', y los viajes, eternos, podían conducirte a, literalmente, la locura.
CURRÍCULUM: No sabemos qué pasaba con las Juanas de la Edad Media, pero la cuestión es que se les paraba la cabeza cosa mala. Lo vimos con Juana de Arco, que mantenía amenas charlas con Dios y con los santos, y lo volvemos a ver hoy, donde a otra Juana, esta vez Juana I de Castilla, se le va la olla de manera insospechada.
A esta Juana, hija de los Reyes Católicos, su padre Fernando la hizo casar con Felipe de Habsburgo, que era, además de un simple Habsburgo como había tantos en el mundo, archiduque de Austria, duque de Borgoña, Brabante, Limburgo y Luxemburgo, conde de Flandes, de, obviamente, Habsburgo, de Hainaut, de Holanda, de Zelanda, Tirol y Artois, y Señor de Amberes y Malinas. Las tarjetas de presentación del tipo había que verlas, ya que además tenía que incluir en ellas que le llamaban 'El Hermoso', porque era algo para poner, esa es la verdad.
La cuestión es que al morir su esposo, Juana, que se ve que ya era de por sí tirando a rarita, pierde totalmente la chaveta y, aparte de realizar un interminable viaje de ocho meses para enterrarlo en Granada, tiempo durante el cual Juana no se separa del ataúd de Felipe, empieza a mostrar rarezas como no asearse —algo que parece que era muy de la familia, pues su madre Isabel también era mucho de no lavarse cuando prometía cosas—, vomitar encima de curas, girar el cuello 360º, caminar por los techos, clavarse crucifijos y un montón de extravagancias más. No es de extrañar que la gente de la época pensara que, más que loca, Juana estuviera poseída por el demonio, pero en la Infrahistoria lo desmentimos categóricamente: que hablara con voz de hombre en lenguas muertas, escupiera fuego o se sacara la cabeza del cuello no significa nada. Endemoniada, decían. Qué tontería…
MOMENTAZOS:
–'Eau de Juana'. Ocho meses dando vueltas con un cadáver por ahí, aparte de ser más o menos indicativo de lo loca que pudiera estar Juana, es mucho tiempo para un cadáver. Por mucha caja en la que estuviera, por mucho que lo hubieran arreglado, por mucho lo que sea, un cuerpo con una putrefacción acumulada de más de 200 días tenía que echar un tufo bastante importante. Teniendo en cuenta que Juana no se separaba del ataúd y que no se aseaba, acercarse a ese cuadro tenía que ser algo ciertamente desagradable. En realidad los coetáneos de Juana no la llamaban 'la Loca', sino 'la Marrana', pero los historiadores consideraron más elegante lo de 'la Loca', y así se ha quedado.
–La reina presa. A la pobre Juana no la dejaron, aunque oficialmente llegó a ser reina, reinar. Y fueron además su padre Fernando y su hijo Carlos, no vayáis a pensar en contubernios ajenos. En concreto, su hijo Carlos Primeroquinto no sólo fue tan cabrón como para mantener encerrada a su madre como había hecho Fernando el Católico, sino que además la obligaba a ir a misa y confesarse aunque fuese torturándola. Un hijo intachable, efectivamente.
–Psicomorro. ¿Qué enfermedad sufría Juana I de Castilla? Los expertos en el tema debaten sobre el susodicho desde hace mucho tiempo, pero no logran ponerse de acuerdo. Unos dicen que si depresión nerviosa, otros que psicosis, otros que esquizofrenia… En la Infrahistoria no lo sabemos, evidentemente, aunque lo que sí sabemos es que se ha de pasar uno el juramento hipocrático por el forro de los arrabales para diagnosticar la enfermedad de una persona a la que no se ha pasado consulta y a la que ni tan siquiera se ha visto en fotos. ¿O es que ahora existe la psiquiatría arqueológica? Mucho morro es lo que tienen algunos.
EPÍLOGO: Bueno, sí, la loca oficial es la pobre Juana, pero, con todos los respetos, para mí el enfermo mental de verdad es su hijo Carlos Primeroquinto, alguien capaz de encerrar a su madre y torturarla para que vaya a misa. Si eso no es un tarado —aparte de un hijoputa, claro—, que baje Dios y lo vea.
