ADOLF HITLER

NOMBRE: Adolf Hitler.

ÉPOCA: Una en la que nacer judío o gitano no era lo mejor que te podía pasar en la vida, indudablemente.

CURRÍCULUM: Bien… Hitler no necesita demasiada presentación, ¿verdad? Símbolo de todos los hijoputas de la historia, Adolf Hitler fue básicamente un rarito que, por esos avatares de la vida y las circunstancias, acabó convirtiéndose en el gran dictador de todos los tiempos.
Hitler poseía, básicamente, dos virtudes principales. La primera, que hablaba en público de puta madre, como cualquiera puede observar visionando cualquiera de sus discursos. A ver quién le decía que no, oye. Es que incluso escuchándolo en alemán y sin tener ni puñetera de lo que está diciendo, dan ganas de darle la razón, en serio.
El segundo don de Hitler es que era una persona con una suerte fuera de lo normal. Un potra increíble, de verdad. No sé… Por ejemplo salvó una enfermedad de joven de la que moría el 90% de la gente. O realizó un golpe de estado que, en circunstancias normales, le hubiera supuesto la prisión de por vida pero, en una gran decisión donde las haya, acabaron liberándolo. Incluso la mega crisis que vivía Alemania fue una suerte para Hitler, ya que sin ella su discurso absurdo jamás hubiera convencido a los alemanes, por muy bien que el tipo hablara en público. Por no hablar de todos los atentados contra su persona de los que se salvó por agacharse en el momento oportuno o decidir no salir de casa el día en que le iban a poner una bomba en el coche. Una flor en el culo como ninguna otra, las cosas como son.
En fin… El resto de la historia ya la sabéis: el hombre montó la madre de todas las guerras, se cargó a todos los judíos que pudo –bueno, a todos los judíos y a todos los no arios que pudo– y acabó, o eso dice la versión oficial, suicidándose en su búnker cuando ya llegaban los aliados. Que, igual como ésos que se cargan a su mujer y después se suicidan, podría haberlo hecho al revés y todo eso que nos hubiéramos ahorrado.

MOMENTAZOS:
–Raza aria.
Que un tipo bajito y moreno –incluso se especula con ascendencia hebrea– fuera el adalid de la raza aria no deja de ser paradójico y, si no fuera por las consecuencias que produjo, muy gracioso. Y que estuviera obsesionado con la grandeza de Alemania siendo cómo era austríaco, ídem de ídem. Imaginaos a Torrebruno cargándose a gente por no ser altos, rubios y suecos. Pues lo mismo.
–'Mein Kampf'. El primer, qué triste, best-seller del siglo XX. El libro de Hitler, donde daba rienda suelta a su enfermiza visión de las cosas, vendió millones de ejemplares por aquella época. El Stephen King de sus tiempos: libro que da mucho miedo y que se vendía a capazos.
–Polonia. Que resulta que se levantó un día Hitler de buen humor y, tras desayunar unos bratsburts, decidió invadir Polonia. No, no fue premeditado ni fruto de un enfado, como se dice por ahí. Es lo que tiene: hay gente que de buen humor es más peligrosa y da más pavor que de mal humor.
–Risk. Hitler, talmente como Napoleón o Franco, era un estratega más que discutible. Vamos, que hubiera sido un auténtico desastre jugando al Risk. Y, talmente también como Napoleón, empezó a cavar su propia tumba en Rusia, donde no hay tanques que resistan a su invierno. También se la metieron doblada en Normandía, cuando un agente doble catalán llamado Garbo convenció a los alemanes de que el desembarco sería por otro sitio y éstos se lo tragaron como pezqueñines. Efectivamente: los catalanes estamos siempre en medio de todos los fregaos. Es un don que tenemos como el de Hitler la oratoria.
–Jesse Owens. La gran hostia moral se la metieron a Hitler durante los JJOO del '36 en Berlín. El dictador había montado los Juegos con el objetivo de demostrar la superioridad de la raza aria, pero de repente le apareció un negro que corría que se las pelaba y que ganó todas las carreras. Podéis imaginar el cabreo monumental de Hitler: gritó, lloró, se cargó la cristalería del comedor y, en ese justo momento, decidió que algún día haría campos de exterminio para liquidar a todas las razas inferiores. Así que ya sabéis: la culpa de todo es de Jesse Owens.

EPÍLOGO: No deja de sorprender que el pueblo alemán votara en masa a este tipo enfermo y se lanzara con él hacia el abismo, pero así fue. Claro que aún sorprende más que, cerca de un siglo después, aún haya retrasados mentales que le rindan pleitesía, pero es lo que hay. Como decía aquel anuncio, el ser humano es extraordinario.

LeandroAguirre©2013

ÍNDICE DE LA INFRAHISTORIA

 

SECCIONES ACTIVAS

SECCIONES FINALIZADAS

OTROS