CALÍGULA

NOMBRE: Cayo Julio César Augusto Germánico. Lo de Calígula es un mote que le pusieron de pequeñito y que significa, más o menos, 'botitas'. No es un nombre serio para un emperador, efectivamente, pero es que Calígula fue, como veremos ahora, cualquier cosa menos un emperador serio.

ÉPOCA: Una en la que si tenías cierto poder en Roma no veías crecer a tus nietos ni de coña. Y a tus hijos sólo si tenías mucha suerte.

CURRÍCULUM: Uno de mis personajes favoritos de la historia, por no decir el que más. Está en entredicho que parte de la leyenda que arrastra Calígula sea cierta, pero como que me da lo mismo: ésa es la historia que me gusta, y ésa es la historia que voy a explicar. Como digo siempre, quien quiera rigor que busque en la Wikipedia, en La Razón o en El Libro Gordo de Petete.
Qué decir de Calígula… Un chalao como ha habido pocos, sin duda. El currículum del bueno de Calígula como emperador no tiene desperdicio: asesinatos, incestos, megalomanía desenfrenada, paradas míticas de cabeza, proxenetismo del más alto standing, despilfarros desproporcionados, adicción al sexo… Un festival. Un festival que comienza con su ascenso al poder tras la muerte de Tiberio, que muchos sostienen que se produjo por orden de Calígula después de ser nombrado heredero. A partir de ahí, y tras un breve periodo en el que parecía que Calígula, con sus cosillas, era un persona más o menos normal y corriente, a Cayo Julio César Augusto Germánico le empezó a ir la cabeza a su aire y comenzó a dar rienda suelta a su peculiar personalidad. El palacio imperial se convirtió en un picadero multiracial y multisexual, empezó a dar órdenes ridículas como enviar al Ejército a hacer maniobras estrambóticas por ahí, su máximo interés estaba en cultivar el culto a su persona y, finalmente, la cabeza le dejó de funcionar del todo y le comunicó al mundo que era un dios y que como tal debían tratarle. Si a eso le añadimos que, mientras Calígula iba de orgía en orgía y despilfarrando los sextercios públicos construyendo por ahí templos y estatuas dedicadas a su persona, el pueblo de Roma pasaba una hambruna como pocas, no es difícil deducir que no fue el gobernante más querido ni admirado por su pueblo. Ni por su pueblo, ni por la mayoría de integrantes del Ejército y de la clase política de la época, a los que humillaba a la menor ocasión, por lo que no es de extrañar que, en unos tiempos donde al emperador no se le elegía precisamente por sufragio, Roma en pleno estuviera de acuerdo en que lo mejor que se podía hacer era acabar con Calígula. Y así sucedió, claro. Lo pillaron a la salida del teatro unos cuantos miembros de la Guardia Pretoriana y lo ensartaron como a una aceituna, dejándolo más seco que un fuet que acabo de comprar hoy, con el que se podría abrirle la crisma a alguien.
Bien merecido se lo tenía, cierto, pero los momentos inolvidables que nos hubiera brindado Calígula de haberle dejado vivir unos años más no los recuperaremos nunca. Una lástima.

MOMENTAZOS:
–Incitato.
Uno de los indudables momentazos de Calígula fue cuando, como un campeón, quiso nombrar cónsul y sacerdote a su caballo Incitato. Bueno, más que querer nombrarlo, él lo nombró; otra cosa diferente es que después el Senado o quien fuera le hiciera ni puñetero caso al emperador, pero él lo nombró. ¿Los méritos de Incitato para el puesto? Pues, evidentemente, tener un amo que estaba como una jodida regadera, está claro. Aunque, bien pensado, quizás Calígula, en su locura, no iba tan desencaminado, porque no sé si Incitato lo hubiera hecho mucho peor que muchos gobernantes, tanto de la antigüedad como de la actualidad. Sobre todo de la actualidad.
–Casa de putas. Como habíamos avanzado, Calígula, al que se ve que le iba tanto la carne como el pescado, convirtió el palacio en una especie de burdel. Bueno, sin especie: convirtió el palacio en un burdel pasado de vueltas. Allí todo valía. Lo que sucedía es que no todo el mundo iba por gusto. Es decir, que si Calígula te invitaba a ti y a tu esposa a una de las orgías que organizaba, sólo tenías dos posibilidades: o ir, o morir, que son dos palabras que riman pero que no son lo mismo. Y, claro, tener que ver en vivo y en directo como a tu mujer se la beneficiaban tanto el emperador como un esclavo somalí con onzas de carne para dar y regalar, pues no tenía que ser lo más agradable del mundo. Y si encima ella disfrutaba, ya tenía que dar muy mal rollo. Ídem al revés: tampoco tenía que ser agradable ver cómo ese mismo esclavo enculaba a tu marido. Y si, en este caso, él disfrutaba, entonces ya era un problema. En cualquiera de los dos casos el matrimonio tenía muy mal futuro, está claro.
–Neptuno. De todas las historias que sobre Calígula se explican, ésta es quizás la más inverosímil, pero, teniendo en cuenta cómo tenía la cabeza el tipo, no la descartemos del todo. Cuentan que, tras ya creerse dios y dejar embarazada a su hermana, un buen día le abrió la panza en canal para sacar el feto y comérselo a lo Neptuno, para que en el futuro no pudiera ser más poderoso que él. Muy desagradable, verderamente. Pero muy consecuente también, porque si te consideras un dios, lo lógico es hacer las cosas que hacen los dioses. Y es que, creedme, Calígula estaría lo loco que queráis, pero como le peguemos un repaso a los dioses griegos y romanos faltan psiquiatras en el planeta. Muy pa' allá, en serio.

EPÍLOGO: Un chalado y un cabronazo, sí, pero, incluso en esto, para todo hay clases.

LeandroAguirre©2013 (revisión 08/10/2014)

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