Lolita

La de Lolita no es en realidad la historia de Lolita, sino la historia de un señor que se llama Humbert, lo que pasa es que Nabokov consideró, con buen criterio, que como título de un libro ‘Lolita’ tenía mucho más glamur que ‘Humberto’, y 'Lolita' se llamó. Pues bien: el tal Humbert se ve que tiene un trauma de infancia —se le murió una novieta cuando era niño o algo así— y, desde entonces, tiene una fijación con chicas un poco demasiado jóvenes. Lo que ahora llamaríamos niñas o adolescentes pero que en, por decir algo, el siglo XV eran mujeres casaderas hechas y derechas.
Y, claro, cuando Humbert se muda de ciudad y va a parar a casa de una viuda que tiene una niña de doce años tirando a desarrollada y a precoz —ésa es Lolita, sí—, la cosa empieza a complicarse. Y más se complica todavía cuando Humbert se casa con la viuda y ésta descubre, leyendo el diario de Humbert, que a su flamante marido le pone mucho más su hija de doce años que ella misma, ya que, del cabreo que agarra, la mujer sale corriendo como una loca de casa, es atropellada y fallece. Un drama, es verdad, pero si no hubiera ido husmeando en diarios ajenos no le hubiera pasado nada, yo ahí lo dejo.
Bien, fue un drama para la pobre mujer, porque Humbert y Lolita deciden darse un garbeo por EEUU para, se ve, celebrarlo. Total, que ambos comienzan una relación tirando a rarita en la que Lolita domina a Humbert a cambio de favores sexuales. Lo que técnicamente vendría a ser una pareja normal y corriente, sólo que él era un hombre ya mayorzote y ella a duras penas llegaba a mujer.
Pero como relación aquello mucho futuro no tenía y un día Lolita desaparece porque, supongo, tendría algo mejor que hacer que estar con aquel señor tan extraño y aguantar sus rarezas. A Humbert el tema no le sienta muy bien y decide ir en busca de Lolita y de su nuevo hombre sin éxito alguno. Dicho de otra manera: si hubiera tenido que ganarse la vida haciendo de Sherlock Holmes, el pobre Humbert se hubiera muerto de hambre, está claro.
Es Lolita la que se pone en contacto con Humbert tres años después. ¿Se había dado cuenta de su error y de que Humbert era el hombre de su vida? Para nada: es que necesitaba dinero. Y Humbert se dirige a Alaska, donde Lolita vive con su marido Richard, para matar al hombre que le había robado a la chica —bueno, a la niña—, pero cuando llega allí se da cuenta de que el culpable de eso no es el actual marido, sino otro tipo llamado Quilty, que es el verdadero amor de Lolita. Así que va y lo mata. No: Humbert no era la persona más centrada de este mundo, indudablemente.
Y no hay final feliz esta vez: Humbert muere en la cárcel mientras cumple condena por el asesinato de Quilty y Lolita muere al parir al hijo que había engendrado con el propio Quilty. Se agradece, porque el "y vivieron felices y comieron perdices" es una de las cosas que más rabia dan en esta vida. Aunque, pensándolo bien, en cualquier historia los protagonistas acaban cascando con un poco de buena voluntad por parte del lector. Es decir: sí, el príncipe y Cenicienta vivieron felices y comieron perdices... hasta que se murieron, claro. Pues eso.

LeandroAguirre©2014 (revisión 17/09/2015)

 

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