El Buscón

Nuestro protagonista de hoy es un sevillano llamado Pablos, hijo de una bruja –literalmente, no estoy insultando a la señora ni nada– y un barbero ladrón –literalmente también–. Con el panorama que tenía en casa, Pablos decide ingresar en un colegio, donde conoce a Diego, que se convierte en su amigo.
Pero, por problemillas, Pablos y Diego abandonan la escuela y van a parar a una casa de estudiantes que regenta un clérigo tacaño que casi los mata de inanición. Diego, hijo de una familia con posibles, decide, con buen criterio, que pasar hambre sin necesidad es tontería y se vuelve a casa de sus padres llevándose consigo a Pablos.
Pero el padre de Diego se ve que no lo quería por allí holgazaneando y lo envía a estudiar a Alcalá de Henares, con Pablos de sirviente. En su nuevo colegio Diego y Pablos sufren las novatadas de sus compañeros, y cada uno lo soluciona a su manera: Diego paga a los acosadores para que le dejen en paz y Pablos empieza a ingeniárselas para evitar los ataques y, a base de pícaros engaños, atacar él.
Finalmente Diego es llamado por su padre para regresar a casa y a Pablos le comunican que su padre ha sido ahorcado por mangui y que su madre está encerrada por la Inquisición y se vuelve hacia el sur a cobrar su parte de la herencia.
De camino a Sevilla se encuentra con todo tipo de frikis: un chalao que iba a ver al rey para convencerle de que conquistase Amberes y secase el mar con esponjas; un maestro de esgrima fanfarrón que acaba huyendo por piernas al primer duelo; un clérigo anciano que compone poemas a cual peor; un soldado matón; un ermitaño subido a un burro; un rico genovés... Lo que viene a ser un viaje estándar de la época, se ve.
Total, que llega a Sevilla, se encuentra como bienvenida el cadáver descuartizado de su padre a la entrada de la ciudad, cobra su herencia y se vuelve a ir, esta vez a Madrid.
En Madrid todo le va fatal. Primero se une a una banda de pícaros pero los pillan a todos y acaba en la cárcel. Tras salir de allí sobornando a los carceleros, intenta seducir a una hermosa y rica dama pero lo pillan en el tejado de la casa de ella y acaba otra vez en prisión, de donde se escapa esta vez por unos contactos que tenía. Inasequible al desaliento, Pablos intenta intimar con otra dama rica que le solucionase la vida, pero, curiosamente, es prima de su ex amigo Diego, así que cuando es descubierto le pegan una paliza y lo dejan medio muerto por ahí.
Acaba Pablos pidiendo limosna y yéndose a Toledo, donde se une a una compañía de cómicos hasta que el dueño de ésta es detenido y cada uno se va por su lado. Pablos vuelve a Sevilla, donde conoce a unos ladrones con los que, una noche de borrachera, acaba matando a unos guardias que ‘apatrullaban’ la ciudad.
Finalmente Pablos decide que lo suyo en aquel momento de su existencia es trasladarse de continente y se larga a las Indias a intentar cambiar de vida. Aunque, parece ser, y aunque Quevedo no da detalles, todo le va como el culo también allí.
En fin... La típica vida del pícaro, vamos. Aunque, las cosas como son, el Lazarillo se lo montaba mucho mejor: acabó cornudo, sí, pero por lo menos acabó comiendo cada día.

LeandroAguirre©2014

 

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