Don Juan Tenorio

Qué decir del famoso don Juan, ese macho alfa de la Sevilla del siglo XVI. Y, sí, macho alfa pero también un poco cabrón, las cosas como son, porque se ha de ser cabrón para hacer la apuesta que había hecho con otro cabrón llamado Luis Mejía. Y es que, claro, una cosa es una apuesta sobre quién era el que se beneficiaba a más sevillanas en un año, que no hacías daño a nadie siempre y cuando las sevillanas en cuestión accedieran gustosas a ello, y otra apostar también a ver quién era el que mataba más hombres en duelos.
En ambas apuestas gana por paliza don Juan Tenorio, lo que no sienta muy bien a don Luis, que, rabioso, le propone otro reto: hacérselo con una novicia. Don Juan no sólo accede, sino que, todo chulería torera, le dice que además de a la novicia va a zumbarse también a la prometida de don Luis. Con un par, sí señor.
Y, efectivamente, consigue las dos cosas esa misma noche: se acuesta con doña Ana, prometida de don Luis, y saca del convento a doña Inés para llevarla a su casa y declararle su amor. Un crack, don Juan. Cabronazo, sí, pero un crack.
Como es comprensible, don Luis va a casa de don Juan para pincharle como a una aceituna por haber retozado con doña Ana, pero en esos momentos aparece el comendador y tiene que esconderse. Un comendador que, por cierto, es el padre de doña Inés, y al que don Juan pide la mano siéndole denegada, como es normal porque a ver quién quiere de yerno a alguien que va haciendo apuestas sobre las mujeres que se beneficia.
Entonces don Luis sale de su escondite para burlarse de don Juan, y éste, que se ve que no llevaba demasiado bien ni las negativas ni que se burlaran de su persona, decide cargarse tanto a don Luis como al comendador, porque las cosas o se hacen bien o no se hacen, claro que sí. Tras eso, don Juan, con buen criterio, decide irse un tiempo a Italia a esperar que se calmaran las cosas.
Cinco años después don Juan vuelve a Sevilla y descubre que doña Inés se había suicidado por amor. ¿Qué hace pues? Pues lo normal: invita a unos amigos a cenar y, ya de paso, también invita al espíritu de don Luis, que, se ve, pasaba por allí. Total, que don Juan se pelea con sus amigos por un quítameallaesaspajas y, aunque mata a uno, es matado por el otro. Es entonces cuando aparece el espectro del comendador para llevarse a don Juan a los Avernos como se merecía. Afortunadamente también aparece doña Inés, que intercede ante su padre para que el alma de don Juan pueda descansar en el Cielo junto a ella, algo que finalmente consigue.
En fin... Yo creía que eran Dios o San Pedro los que decidían quién entraba en el Cielo  y quién no, y no un simple mortal por muy comendador que fuera. Aparte de que si un tipo con el récord Guiness de cadáveres y mujeres casadas mancilladas puede entrar en el Cielo, tranquilo todo el mundo porque entraremos casi todos. Bueno, yo no porque lo de juntar letras está muy mal visto, pero vosotros sí, seguro.

 

LeandroAguirre©2014

 

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