El hombre invisible

Cuando en un pueblo pequeño aparece un forastero no suele pasar inadvertido, está claro, pero si además viste raro, va con gafas de sol hasta al lavabo y lleva la cabeza y la cara cubiertas con vendas ya el anonimato se convierte en un imposible. Eso es lo que pasó con un tal Griffin que llega un día a la posada de un pueblo inglés. Y menos inadvertido pasa cuando empiezan a acontecer algunos robos y ciertos extraños fenómenos que los habitantes del lugar atribuyen al recién llegado.
La dueña de la posada, con la mosca tras la oreja, obliga finalmente a Griffin a compartir su secreto y éste le confiesa que es invisible. La señora, como es normal, huye despavorida cuando aquel tipo se quita las vendas de la cara y aparece la nada, llama a la policía y Griffin logra huir quitándose la ropa. Por cosas como ésta a todo el mundo le gustaría ser invisible a veces.
Griffin se agencia entonces un socio con el pánico como estrategia, porque, tras acojonar a un pobre vagabundo con su invisibilidad, le obliga a robar sus pertenencias en la posada mientras él robaba sus cosillas por otro lado. Pero tras el robo el vagabundo habla con la policía y Griffin se vuelve a ver perseguido, aunque con el añadido de estar él persiguiendo al vagabundo también. Invisible y vengativo, digámoslo todo.
En una de éstas Griffin es herido por un tipo al que no le entusiasmaba especialmente que hubiera un friki trasteando en la puerta trasera de su morada y, en la huida, acaba entrando en una casa que pertenece, curiosamente, a un doctor, el doctor Kemp, que le había dado clases en la Facultad de Medicina. Pasa mucho en los libros y en las pelis: hay 200.000.000.000 de casas en Inglaterra y el protagonista  se va a meter en una de un tipo al que conoce. La literatura es extraordinaria, ¿verdad?
Es entonces cuando Griffin le explica lo de la invisibilidad y que había ido a aquel lugar a buscar la fórmula que la revertiera pero que, mira, había decidido en un pronto que se haría el dueño del país y que iniciaría un reino del terror que se iba a cagar la burra. Evidentemente no hacía falta ser doctor ni ser un genio para darse cuenta de que aquel hombre estaba como una regadera, así que el doctor Kemp hace lo que haría cualquier persona normal: acongojado por aquel chalado, llama a la policía.
Así, entre huir de la ley y querer matar al doctor Kemp, el hombre invisible inicia una doble persecución que acaba en una lucha con el doctor Kemp en una obra, que a su vez finaliza con unos cuantos peones pegándole una paliza a un cuerpo invisible que, finalmente, se hace visible una vez muerto.
Así que ya sabéis, niños: lo de ser invisible puede parecer un chollo, pero si alguien, por lo que sea, algún día os ofrece un superpoder, escoged cualquier otro. O al menos no queráis dominar el mundo con vuestra invisibilidad, porque la cosa acaba, como se puede comprobar, muy malamente. Pero que muy malamente.

LeandroAguirre©2014

 

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