Mujercitas

Érase una casa en la que vivían una madre con sus cuatro hijas adolescentes. ¿El padre? El padre, viendo el percal que tenía en su hogar con cuatro niñas —¡cuatro!— en la edad del pavo, prefirió marcharse a la guerra y que fuera su señora quien se hiciera cargo. Mucho peor hubieran sido cuatro muchachos adolescentes, cierto, pero en ese caso se supone que el progenitor se hubiera colgado de una soga en un árbol en lugar de irse a pegar disparos por ahí.
Y, bien, la novela narra la vida cotidiana de estas mujercitas y los que las rodean: que si una escribe cuentos, que si la otra toca el piano, que si un par de ellas se escapan al teatro sin llevarse a su hermana y ésta se venga, que si la una se enamora de uno y la otra se enamora de otro, que si a la de más allá le gustaba Justin Bieber y a la de acullá One Direction... Lo típico entre adolescentes, vamos.
Lo más trepidante de la novela sucede cuando la madre debe ir a cuidar a su esposo, que se encuentra grave en no sé dónde, y una de las hijas, Beth, contrae la escarlatina, yaciendo también en estado preocupante. Pero tranquilo todo el mundo, porque tanto Beth como su padre logran salvarse y finalmente se reúnen todos en casa y viven felices y comen perdices y blablablá. Sobre todo vive feliz y come perdices el padre, que ha logrado sobrevivir a la adolescencia de sus hijas con tan solo una herida de bala como recuerdo, lo que es mucho menos precio del que suelen pagar el resto de padres tras la pubertad de sus retoños. Olé él.

LeandroAguirre©2014 (revisión 10/06/2015)

 

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