Alguien voló sobre el nido del cuco

Esto va de un psiquiátrico al que llega un interno nuevo, un tal Randle McMurphy, que en realidad no está loco sino que se hace pasar por uno para librarse de la prisión de trabajos forzados de la que proviene. Siempre es mejor andar por ahí tranquilamente en pijama que estar picando piedra, está claro.
La cuestión es que McMurphy revoluciona aquel lugar, haciéndole la vida imposible a la enfermera Ratched, que, junto a tres enfermeros más, son los responsables de aquel ala del centro. Que si ahora organizo timbas de póker, que si luego monto una revolución para poder ver por televisión un partido de béisbol, que si más tarde me llevo a todos los internos de pesca porque me ha dado por ahí, que si después organizo un disturbio porque me cuesta dormir... La vuelve loca.
Pero, en aquellos tiempos, en ese tipo de instituciones no se andaban con tonterías, e intentan aplacar a McMurphy a base de medicación y, cuando ya está desbocado, de electroshocks, aunque ni así logran controlarlo.
La madre de todas las movidas sucede una noche en la que McMurphy soborna a un enfermero y monta para los internos una bacanal con alcohol y prostitutas. Sólo dos, sí, pero prostitutas al fin y al cabo. Especialmente feliz está Billy, un chaval joven que nunca había estado con mujer alguna y que se desvirga esa noche. El plan de McMurphy era que todos escaparan antes de que llegaran los enfermeros del turno de día, pero, claro, se quedan traspuestos como la bella durmiente y la malvada enfermera Ratched se encuentra al amanecer con todo el percal y agarra un cabreo de tres pares de narices.
Y más se cabrea todavía cuando descubre durmiendo junto a una de las prostitutas a Billy, al que amenaza con explicárselo a sus padres. El pobre Billy, que no está allí por casualidad sino porque no tiene la mente más estable y fuerte del mundo, acaba suicidándose, lo que desemboca en la furia de McMurphy, que intenta estrangular a la enfermera Ratched.
Y, bien, no lo consigue y a McMurphy, directamente, le practican una lobotomía y lo dejan como un vegetal. Es entonces cuando su amigo Chief, un indio americano grande como un armario que se hacía pasar por sordo y mudo y que, aunque no lo haya nombrado hasta ahora, es el que narra la historia, decide ahogar a McMurphy con una almohada para que no tenga que vivir como un ficus. Tras ello, Chief rompe una ventana y se larga con su tribu. Que la pregunta es: ¿por qué no lo había hecho antes, con lo fácil que era?
En fin... Que cuando acaba no sabes si sentirte mal por McMurphy y Billy, o bien por Chief, o qué. Con Shakespeare no pasan estas cosas: se muere todo el mundo, te alegras por ello y ya está. Si es que donde estén los clásicos...

LeandroAguirre©2013 (revisión 21/05/2015)

 

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