Heidi

Heidi es una pequeña niña que se queda huérfana y a cargo de su tía, pero ésta, que se ve que tenía mejores cosas que hacer que cuidar de su sobrina, la acaba llevando a los Alpes con su abuelo, un señor tirando a huraño y borde que lleva una existencia prácticamente ermitaña en una cabaña en las montañas.
La pequeña se adapta maravillosamente bien a su nueva vida y, junto a Pedro, un niño pastor de cabras de la aldea más cercana, y su abuelo, que al final no era tan borde como parecía —aunque sí ermitaño—, pasa una temporada fantástica en comunión con la naturaleza, los animalitos y esas cosas. Y, técnicamente, ya está, aquí se acaba el libro.
Pero Joahanna Spyri escribió una segunda parte titulada De nuevo Heidi, en la que a Heidi su tía —que ya no la ve como un gasto sino como un posible beneficio— se la lleva de las montañas a la ciudad porque le ha encontrado un trabajo de damita de compañía de una niña rica y paralítica llamada Clara.
Allí Heidi se hace muy amiga de Clara, pero ambas tienen que sufrir a la mítica y malvada señorita Rottenmeier, una severa institutriz a la que algo de sexo no le hubiera ido nada mal. Que era una amargada, vamos.
Especialmente mal llevaba aquello Heidi, acostumbrada como estaba a vivir libre como una cabritilla allá en la cabaña del abuelo. Y tan mal lo lleva que hasta el padre de Clara, que no paraba mucho por casa precisamente, se da cuenta de ello y decide enviarla de nuevo a las montañas con su abuelo, no fuera caso que aquella niña acabara cortándose las venas y le manchara la moqueta o algo.
Pero aún queda lo mejor, porque el padre de Clara permite que ésta vaya a visitar a su amiga a los Alpes y, después de una temporada, la niña se recupera y puede caminar. El aire de la montaña, ya se sabe, que hace milagros. Yo ahora vivo en los Pirineos y sigo igual de feo e idiota que siempre, pero se ve que con las niñas el asunto funciona mejor.
Y, bueno, después llegaron los japoneses, hicieron una serie de dibujos animados sobre Heidi y nos traumatizaron la infancia a toda una generación. De hecho, mañana hay en mi pueblo una mesa redonda sobre el siguiente tema: “¿Qué hizo más daño, Heidi o La casa de la pradera?”. Yo voto por La casa de la pradera, sin duda. Y es que más angustiosamente buenos y panolis que los Ingalls ya no se puede ser, en serio.

LeandroAguirre©2013 (revisión 14/05/2015)

 

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