Veinte mil leguas de viaje submarino

Un biólogo llamado Pierre Aronnax se embarca en una fragata en compañía de su criado Conseil en busca de un extraño cetáceo unicornio que había provocado la desaparición de diferentes embarcaciones. Después de —hay que tener moral— cuatro meses de búsqueda infructuosa, finalmente dan una noche con la bestia y, tras feroz batalla, ésta hunde el barco, dejando a Aronnax, a Conseil y a un arponero canadiense de nombre Ned Land a la deriva.
Consiguen llegar los tres a lo que parecía un islote, pero pronto comprueban que aquello no es ni una isla ni una ballena, sino una metálica nave submarina. ¿Y qué tienen siempre las naves submarinas? Pues, aparte de periscopios, escotillas, así que de la escotilla del trasto salen unos hombres que apresan a los náufragos y los introducen en el interior.
Aquí es donde hace su aparición el famosísimo capitán Nemo, un hombre torturado tirando a rarito que, como se puede presuponer, era el capitán del submarino, porque sino vaya nombre más absurdo. Y el capitán Nemo le propone a los tres hombres un ‘susto o muerte’. Es decir, que como habían descubierto su secreto y ni de coña les iba a dejar volver a la superficie tan ricamente, tenían dos posibilidades: o unirse a la tripulación ‘voluntariamente’, o dar de comer a los peces. Evidentemente, los náufragos prefirieron estar secuestrados que muertos y allí se quedaron, claro. Biólogo, sí; criado de biólogo, también; arponero canadiense, sin duda; pero no idiotas ni suicidas.
Pues eso: que el Nautilus, que así se llamaba el submarino, se va por ahí a surcar los siete mares viendo cosas muy bonitas y lugares increíbles, hundiendo barcos por el placer de hundirlos, luchando contra pulpos gigantes que los pillan en Galicia y no hay pimentón suficiente en el mundo para cocinarlos y muchas otras cosas. Hasta que los tres cautivos consideran que ya está bien y deciden huir. ¿Adónde? Pues, teniendo en cuenta que estaban en el medio del mar, no lo sé, pero la cuestión es que deciden huir.
Así, en una de las numerosas batallas marinas que el Nautilus tenía, los tres cautivos consiguen agarrar una canoa y salir de allí, llegando inconscientes a la costa de Noruega. “¿Y el Nautilus y el capitán Nemo?”, os preguntaréis como es normal. Pues quién sabe... Quizás se hundió tras la batalla, quizás no y siguió surcando mares y torpedeando alegremente barcos, o quizás el capitán Nemo decidió dejar de hacer el cafre por ahí y ponerse en manos de profesionales, porque muy centradito no es que estuviera, la verdad. Y fin.

LeandroAguirre©2013 (revisión 07/05/2015)

 

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