La guerra de los mundos

Lo primero que hay que comentar de esta obra es que no tenemos ni pajolera idea de cómo se llama el protagonista de la susodicha, ya que es una narración en primera persona en la que, en una falta de educación imperdonable sobre todo viniendo de un británico, el tipo no se presenta. Bueno, ni se presenta a él mismo ni presenta a casi nadie, por lo que nos encontramos ante el libro con, junto a Platero y yo, menos personajes que recordar de la historia de la literatura, lo que es, mala educación aparte, todo un detallazo por parte de HG Wells.
Como no me da la gana llamarle todo rato ‘el protagonista’ o ‘el narrador’, le llamaré Manolo, que no es un nombre muy de la Inglaterra de finales del XIX pero que es mucho más fácil de pronunciar que, no sé, Timothee o Pornwadee. Ya, le podría llamar John o Mark, pero no quiero, mira.
La historia no tiene mucha complicación. Resulta que un día empiezan a aterrizar del cielo unos grandes cilindros metálicos de los cuales empiezan a salir montones de marcianos con una mala leche espectacular y con unas malas intenciones más espectaculares todavía. Como podéis imaginar, si en el libro los humanos no tienen nombre, los marcianos, que eran como una especie de pulpos viscosos y asquerosos, mucho menos. El tema es que los pulpos malolientes invaden Londres dejándola, entre los muertos y los que huyen, como un solar. Porque, sí, serían unos pulpos feos y deformes o lo que queráis, pero aquellos bichos toman la ciudad en cuatro días, dejando las defensas terrícolas para el arrastre.
Y, bien, durante la invasión el bueno de Manolo va sufriendo diferentes vicisitudes, como la separación de su esposa, que se queda aislada en un lugar diferente al que se encontraba él, o como la aparición de diversos personajes, casi todos sin nombre, que entremezclan su existencia con la de Manolo. Cosas súper interesantes, en serio, pero que no voy a explicar porque esto se haría eterno y para eso mejor leerse el libro.
La cuestión es que, cuando los desagradables pulpos marcianos habían acabado con casi toda resistencia y todo parecía perdido, agarran una infección terrestre contra la que no tenían defensas y la espichan todos en horas. Así que, no, no son Manolo ni sus nuevos amigotes los que salvan el planeta, sino unas diminutas e invisibles bacterias.
Ah... Para los románticos, la respuesta es sí. Que Manolo y su esposa finalmente se reencuentran, me refiero. En fin... Con lo bonito que hubiera quedado que hubiesen ganado los pulpos repugnantes y el género humano se hubiera ido al carajo, ¿verdad?

LeandroAguirre©2013 (revisión 30/04/2015)

 

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