Platero y yo

A ver cómo perpetramos esto... Porque poner negro sobre blanco la vida de un burro, pues bueno, pero es que para tener además la osadía de hacerlo en verso se ha de ser muy campeón. ¿Mérito? Todo el del mundo. ¿Belleza estética? Para dar y regalar. Pero para hacer un resumen Juan Ramón Jiménez lo puso muy difícil.
Es que, claro, era un burro, ¿no? Me refiero a que por muy pequeño, peludo y suave que fuera no dejaba de ser un burro con la vida de un burro: no tenía un amor imposible que acabara en tragedia, no era el héroe de ninguna batalla ni realizaba viajes épicos que contarle a los nietos. Que era un burro, vamos.
Lo más destacable quizás de la vida de Platero es que tenía constantemente al lado a un tipo llamado Yo, que no hacía más que explicarle cosas y realizar cuestiones filosóficas absolutamente inabarcables para lo que vendría a ser un burro con su cerebro de burro y sus asuntos de burro. Pero a Yo eso le daba absolutamente igual y continuó comiéndole la cabeza al pobre Platero hasta que éste, harto ya de semejante barrila, se muere. Porque, sí: Platero se muere. “Pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera que se diría que es de algodón, que no tiene huesos”, pero se muere. Una desgracia, sin duda. Aunque, vamos, que era un burro, tampoco vayamos a hacer ahora de esto un drama porque entonces no ganaríamos para disgustos.

LeandroAguirre©2013 (revisión 05/03/2015)

 

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