El fantasma de Canterville

Una familia estadounidense, los Otis, decide trasladarse a vivir a Inglaterra. Parece que no eran una gente muy apurada económicamente y se hacen con el Castillo de Canterville, un lugar muy inglés en medio de la campiña. De la campiña inglesa, claro. Lord Canterville, el dueño del castillo, advierte a Hiram B. Otis, el empresario que va a comprarlo, de que en el interior mora un fantasma muy pesado que les va a hacer la vida imposible. Mr. Otis, que no cree en fantasmas, le dice que vale, que muy bien, y que mientras eso no encarezca la operación se la trae al fresco.
Así que el hombre adquiere el castillo y se traslada allí con su familia. No tienen que esperar mucho para que el espíritu de Sir Simon Canterville, muerto trescientos años atrás tras asesinar a su esposa Lady Eleonore, se manifieste a los nuevos moradores. Con poca fortuna por su parte, es cierto, pues a la familia yankee no sólo no le impresiona para nada el tener que convivir con un ectoplasma, sino que además se dedicarán a amargar la existencia del pobre antepasado Canterville. Como muestra, el primer encuentro entre Mr. Otis  y el fantasma, en el que el primero le ofrece a Simon Canterville un aceite lubricante, una especie de '3 en 1', para que sus cadenas no hicieran el ruido espantoso que hacían por las noches. Una falta de respeto insultante, efectivamente.
Y así todo el relato: el señor y la señora Otis ignorando y menospreciando al fantasma porque, simplemente, no creían en fantasmas; el hijo mayor de los Otis, Washington, borrando cada mañana la mancha de sangre supuestamente indeleble de Lady Eleonore que el espíritu ponía cada noche en el suelo; los pequeños gemelos haciendo putada tras putada al fantasma…
Al final, claro, consiguen que el pobre fantasma se deprima y se hunda en un lodazal anímico. Es entonces cuando Virginia, la joven hija de los Otis, se apiada del espíritu de Simon Canterville y ayuda a aquel hombre muerto hacía tres siglos a descansar en paz definitivamente. ¿Cómo? Bueno, rezando y haciendo un par de cosillas que, se ve, se han de hacer para que los fantasmas dejen de ser fantasmas. Algo que, lo advierto, no funciona con los fantasmas de carne y hueso que pululan por ahí. Lo digo por si a alguien se le ha encendido la bombilla y ha pensado que ha encontrado la forma de deshacerse de Rafa Mora y gente así. Pues no: en esos casos no sirve. Dicho queda.

LeandroAguirre©2013 (revisión 06/11/2014)

 

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