El nombre de la rosa

Resulta que en la Edad Media había una abadía. Bueno, en aquella época habían miles, pero había una en concreto en la que sucedían hechos extraordinarios. La susodicha se hallaba en plenos Apeninos —efectivamente, del lugar del que sale Marco a buscar a su mamá—, en un lugar montañoso que, de noche y en plena tormenta, era para creer en Dios.
Y allí que llegaron Guillermo de Baskerville, un fraile inglés, y el novicio Adso de Melk, que se ve que necesitaban un lugar en el que alojarse durante unos días de forma gratuita. Pero, en contra de lo que se pudiera esperar de una abadía, el lugar no era precisamente un remanso de paz. Allí, a la que menos te lo esperabas, te aparecía un cadáver en la ducha, debajo de la cama o dentro del lavavajillas. Y a fray Guillermo, que, se ve también, tenía la insana costumbre de meter las narices donde no le llamaban, le dio por intentar resolver el misterio.
¿Dónde estaba el misterio? En la biblioteca de la abadía. ¿Y quién era el personaje sospechoso de esta historia? Un monje ciego llamado Jorge de Burgos, que como se puede suponer era español —yo casi me atrevería a afirmar que era natural de Burgos— y que parecía ocultar un gran secreto.
El secreto era un libro. Concretamente el segundo libro de la Poética de Aristóteles, una obra que, ya os lo avanzo, jamás va a ser perpetrada en esta sección. Y lo que tenía de especial ese ejemplar era que alguien con mucha mala fe lo había envenenado, lo que explicaba las numerosas muertes de la abadía.
Todo ello es, por supuesto, descubierto por Guillermo de Baskerville tras innumerables y chachipirulis peripecias, desembocando en la batalla final por el libro entre el propio Guillermo y Jorge de Burgos, en clara desventaja a causa de su invidencia. Aun así, Guillermo no tiene las narices de arrebatarle a un anciano ciego y enclenque el ejemplar y, en el forcejeo, se vuelca una lámpara de aceite, provocando un incendio que arrasa con la biblioteca y con la abadía entera.
Yo creo que la moraleja de esta novela está clara: los entrometidos matan. Bueno, sí, el veneno también, pero el número de cadáveres que se hubieran producido si Guillermo de Baskerville se hubiese quedado quietecito hubiera sido mucho menor, ¿verdad? ¿O no?; ¿o qué? No sé, decid algo, que es muy cómodo estar ahí sentado leyendo dejando que sean los demás los que realicen las conclusiones, hombre.

LeandroAguirre©2013 (revisión 23/10/2014)

 

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