El Lazarillo de Tormes

Al pobre Lázaro González Pérez, más conocido como el Lazarillo de Tormes, la persona anónima que escribió sus andanzas le hizo pasar, hablemos claro, una vida de mierda. Pero de mierda, vamos. De bien pequeñito, y tras morir su padre, su madre le pone al servicio de un ciego que no ha pasado a la posteridad por la belleza de su interior precisamente. Que era un cabronazo, para entendernos. Un cabronazo que se las hace pasar putas al pobre Lazarillo, llegando incluso a hacer peligrar su integridad física. Pero, y aquí es donde comienza a nacer el mito, Lázaro empieza a apañárselas para comer y dormir caliente y, finalmente, logra vengarse del ciego haciendo que se estampe contra una columna de piedra, que era lo mínimo que se había ganado el cabronazo por cabronazo. Porque os había dicho que el ciego era un cabronazo, ¿no?
Después, pobre, a Lázaro le toca con un cura que le mata de hambre, lo que le obliga a robarle algo de pan por las noches para poder subsistir. Pero el cura, tras descubrir a Lázaro, le pega una soberana paliza y le despide. La famosa caridad cristiana, efectivamente.
Entra a servir posteriormente Lázaro que también menuda vista a un hidalgo que, resumiendo, era incluso aún más pobre que el Lazarillo mismo. Éste no es ya que no le dé de comer, es que es el propio Lázaro el que tiene que alimentar a su amo, lo que ya comenzaba a ser de pura cienciaficción, que ya sé que se escribe separado pero a mí me gusta junto; ¿algún problema? Pero, bueno, el hidalgo no era un cabronazo como los dos anteriores y al menos no le pegaba ni nada, lo que, visto lo visto, se podía considerar un avance en la vida de mierda del Lazarillo de Tormes. ¿Había explicado ya que tuvo una vida de mierda? Es que me pierdo...
En fin, no es necesario enumerar uno por uno todas las joyitas que tuvo Lázaro como amos, entre otras cosas porque no me apetece nada y, hasta que se demuestre lo contrario, esto lo perpetro yo. Tan solo indicar que cada uno era mejor persona y jefe que el anterior. Hasta que, finalmente, nuestro héroe consigue el puesto de pregonero en una iglesia toledana y, además, se casa con una de las criadas del arcipreste, que no es que fuera especialmente buena persona sino que se beneficiaba a la señora de Tormes y le interesaba un manso al que no le importara la situación. ¿Y le importó a Lázaro ser el cornudo oficial de la ciudad? Vamos, hombre, ¿estamos de cachondeo? Gloria bendita, oigan: tenía trabajo fijo, dormía bajo techo, comía caliente cada día y, encima, no tenía que soportar apenas a su mujer, que, a la práctica, era la mujer del arcipreste. ¿Se le puede pedir más a la vida? A la de Lázaro no, evidentemente. Que si el señor Anónimo dejó el libro sin firmar fue por algo: o porque era el propio Lázaro y le daba vergüenza, o porque no lo era y temía que Lázaro le pegara una paliza por explicar su vida de mierda. Porque, no sé si lo había comentado, el Lazarillo de Tormes tuvo una vida de mierda. Por dejarlo claro, más que nada
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LeandroAguirre©2012 (revisión 27/06/2014)

 

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