Me parieron una primavera de 1970 en Barcelona. O eso dicen los papeles y mis padres, que yo no lo recuerdo con exactitud. Fue de madrugada porque, parece, a mí eso de molestar ya me gustaba desde antes incluso de nacer. Ése es, de hecho, el logro más destacable de mi vida: conseguir salir del útero de mi madre. No es que tuviera malditas ganas de hacerlo, para qué os voy a engañar, pero mi madre no era de la misma opinión y, tras arduas negociaciones, saqué la cabeza al mundo. Ayudó, digámoslo todo, el que ella, harta de mi negativa a explorar aquel universo cruel y hostil, comenzara a golpearse la panza para obligarme a cumplir con mi obligación. Que —ya que me pongo a explicarlo, lo explico todo— de esos golpes me quedé cómo me quedé de la cabeza para los restos.
No hay nada remarcable más desde entonces. Fui al colegio, sí. He conocido gente, también. He comido, dormido y respirado, qué remedio. He trabajado de todo un poco, cierto (aunque si queréis saber de qué tendréis que leer 'El trabajo... y la madre que lo parió' porque me niego a explicarlo dos veces). E incluso recuerdo una vez en la que estuve a punto de estar a punto de acercarme a comprender qué cojones hacía yo en este mundo. Pero fue una falsa alarma, como habréis adivinado.
Ahora junto letras. ¿Por qué? Porque es fácil: primero pones una, después otra… Cualquiera puede hacerlo. Y ahí estamos: esperando pacientemente a que todos vosotros os deis cuenta de lo tremendamente importante que es en vuestras vidas, espiritual y kármicamente hablando, que yo sea millonario.
Y tú… ¿quién eres?

leandro